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viernes, 23 de noviembre de 2012

LA ESCALADA ARTIFICIAL

Cara oeste del Urriello, una pared larga, difícil y aislada, paraíso del artificial de dificultad



La escalada artificial es un tipo de escalada donde se utilizan los seguros como puntos de progresión y no sólo como seguro. Es decir, que el escalador se agarra a los seguros como ayuda en su avance por la pared. Originalmente, muchas vías se abrieron mediante el uso de la escalada artificial, y con el paso del tiempo, las mejoras en el material y en los métodos de entrenamiento, y, sobre todo gracias a un cambio de mentalidad, muchas de estas vías clásicas se fueron forzando en libre. Prácticamente en cualquier escuela con varias décadas de historia, podemos encontrar ejemplos de estas vías, artificiales en su apertura y liberadas con el paso de los años: muchas clásicas de los años 50, 60 y 70 en macizos como Picos de Europa, Montserrat, Pedriza, Galayos, Pedraforca, Ordesa, Riglos... A partir de los años 80 se fue desarrollando lo que más tarde fue la escalada deportiva, y en aquellos años la escalada artificial estaba mal vista; los estribos, la maza y los clavos eran evitados por casi todos: el artificial era un recurso para cuando no se podía pasar en libre. A pesar de eso, se  continuaron abriendo vías artificiales cada vez más laboriosas, técnicas y difíciles (El mirall impenetrable, 6a y A5 en la Pared de l'Aeri, Montserrat, Incontinencia d'inconsciencia, A5 en Montrebei, o Sueños de invierno, en la cara oeste del Urriello, originalmente de A5, ahora graduada como 6b y A4).
La escalada artificial nos pondrá la pila a nivel mental
La graduación de las dificultades en escalada artificial se basa en la exposición más que en la dificultad pura, de modo que se hace imprescindible tener una serenidad y un control mental muy elevados: a menudo, las protecciones son precarias o sólo aguantan un poco más que el peso del escalador (gancheos, microempotradores, puntas de clavo...), y las caídas potenciales pueden ser muy largas o peligrosas, al ir a chocar contra repisas o diedros cercanos.
Actualmente la escalada artificial es una actividad que, aunque minoritaria, tiene sus adeptos, y hay zonas españolas donde es normal escalar largos (e incluso vías enteras) artificiales: la cara oeste del Pico Urriello, muchas escuelas y paredes del Prepirineo (Vilanova de Meià, Montrebei, Roca Regina), Levante (Peñón de Ifach, Ponoig, Leiva), e incluso en pequeños riscos graníticos en la Pedriza, donde algunos fanáticos del pedal están abriendo auténticos rompecabezas de A4 y A5 (un saludo a Galo desde aquí). Así que, buscando un poco, seguramente encontraréis algunos largos artificiales en vuestras zonas habituales de escalada, donde pasar un buen rato pedaleando, o donde envejecer de miedo en algunos clavos y buriles ponzoñosos...

domingo, 18 de noviembre de 2012

EL ENTRENAMIENTO DE LA TÉCNICA

Hace tiempo, hablaba de la técnica (aquí); pero apenas decía nada de cómo entrenarla. Lo primero que debemos tener claro es la complejidad técnica de nuestra actividad: existe una gran cantidad de diferentes técnicas gestuales que debemos (o deberíamos) dominar para ser técnicamente competentes en cualquier situación de escalada.
Para muchos, el entrenamiento de la técnica se reduce a hacer durísimos movimientos al límite de sus capacidades. Evidentemente, con eso no entrenaremos la técnica.
En un primer acercamiento, podemos diferenciar técnicas de agarres de manos y apoyos de pies, en escalada libre. Esto también dependerá de la inclinación de la pared y del tipo de roca: tenemos movimientos sobre superficies que no llegan a la vertical, verticales, desplomadas e incluso techos horizontales. Cada una de estas inclinaciones exigirá una determinada técnica gestual y además, deberíamos entrenar en las inclinaciones y con el tipo de presas que vayamos a encontrarnos en nuestras escaladas. Por ejemplo, si escalo habitualmente en escuelas de caliza vertical, con presas pequeñas, agujeros y regletas, así es como debería entrenar: en muros verticales de regletas y agujeros. En cualquier caso, cuanto mayor sea nuestro repertorio de técnicas gestuales, tanto mejor será nuestro rendimiento en diferentes tipos de escaladas, superficies e inclinaciones. Así podremos escalar en otras zonas, con otros tipos de roca y otros tipos de movimientos, sin pasar excesivas penurias, y disfrutaremos más de nuestras escaladas. Esto también es aplicable a cualquier actividad de montaña (alpinismo, escalada en hielo, artificial, esquí...), y a cualquier otra disciplina deportiva.
Como ya apuntaba en otro post, el mejor momento de la sesión para entrenar la técnica es justo después del calentamiento, porque el organismo aún no está agotado, y la mente estará más despejada y preparada para soportar las exigencias del entrenamiento. Si lo dejamos para el final de la sesión, cometeremos más errores debido al cansancio acumulado: al cerebro no le resulta fácil aprender nuevas técnicas en estados de agotamiento físico, los movimientos no serán precisos, y practicando una técnica incorrecta lo único que se consigue es una técnica incorrecta, además de aumentar el riesgo de lesiones. Con todo y en determinados momentos, ya avanzada la temporada, se puede incluir trabajo de técnicas conocidas en situaciones estresantes o de agotamiento, para recrear ciertas situaciones que se puedan dar en la roca, pero nunca incluir técnicas nuevas.
Podemos entrenar la técnica a lo largo de toda la temporada, desde las técnicas ya conocidas, ampliando progresivamente nuestro repertorio gestual con nuevas destrezas de movimiento, con diferentes inclinaciones de pared y en distintos tipos de roca.
El entrenamiento de la técnica gestual está muy relacionado con el aprendizaje motor, que es el proceso mediante el que se adquieren las habilidades de movimiento en cualquier actividad física, y del que podéis leer más aquí.

Para saber más:
-Guía completa de entrenamiento en escalada. D. Hague y D. Hunter. Ed. Tutor
-Bases para el entrenamiento de la escalada. C. Albesa y P. Lloveras. Ed. Desnivel
-Entrenamiento para deportes de montaña. J. Canals, M. Hernández y J. Soulié. Ed. Desnivel

EL APRENDIZAJE MOTOR

Aunque no nos damos cuenta, el aprendizaje motor está constantemente a nuestro alrededor en escalada, en todos los niveles de rendimiento. Siempre estamos aprendiendo algo nuevo: cómo hacer ese movimiento de oposición, cómo traccionar de ese agarre, cómo empotrar las manos en fisuras, cómo colocar un fisurero, cómo progresar en estribos...
El aprendizaje motor es el proceso mediante el cual se adquieren las técnicas de movimiento en cualquier actividad física. Este proceso es inconsciente, y consta de tres fases, independientemente de la actividad de que se trate, ya estemos aprendiendo a realizar nudos, a montar en bici, aprendiendo la brazada de mariposa en natación, o cualquier otra destreza de movimiento.
Los primeros intentos en una técnica nueva son torpes y poco eficientes
Estas tres fases son las siguientes: fase cognitiva/verbal, fase motora y fase autónoma. Aunque estas fases se dan en todo aprendizaje, su duración depende de la dificultad de la tarea a aprender, y de cada persona: no todos aprendemos al mismo ritmo.
En la fase cognitiva, el escalador se hace una idea general de la nueva técnica o movimiento, cómo y cuándo utilizarlo, y cuáles son sus elementos. Al principio es imprescindible una concentración máxima en el propio movimiento. Los primeros intentos para realizar la nueva técnica son poco eficientes, torpes y con movimientos bruscos, aunque con práctica se va consiguiendo fluidez en la nueva habilidad. La duración de esta fase depende de la complejidad de la tarea, pero en esta fase el aprendizaje es rápido. La nueva técnica sólo se podrá aplicar en algunas situaciones muy concretas, y en movimientos de dificultad inferior al máximo del escalador: estamos aprendiendo una técnica nueva, y se trata de ganar fluidez y comodidad aplicándola en diferentes situaciones antes de seguir progresando.
En la fase motora, la nueva técnica se aplica con cierta fluidez, ya no es necesaria tanta concentración para realizarla, aunque aún no se puede utilizar en cualquier situación de escalada. Con práctica sistemática de la nueva técnica, la duración de esta fase puede ser de semanas o meses, dependiendo de la complejidad del movimiento. La nueva técnica se puede aplicar en situaciones más variadas, cada vez con menos atención consciente, y cada vez en dificultades más cercanas al máximo del escalador.
Por último, en la fase autónoma, la técnica se ha automatizado y puede aplicarse en cualquier situación, en el máximo de dificultad del escalador, en intentos a vista, y en momentos de estrés o agotamiento. Esta fase tiene una duración de años, ya que las destrezas que se desarrollan a este nivel se utilizarán en nuevas escaladas y en diferentes inclinaciones y tipos de roca, durante toda nuestra vida deportiva. Si aprendemos una técnica hasta este nivel, podremos volver a utilizarla incluso después de años sin escalar, aunque dependiendo de la complejidad de la tarea, se necesitará cierta práctica para volver al nivel de rendimiento que teníamos en ella: los patrones de movimiento permanecen en el cerebro durante toda la vida. Es como aquello de montar en bici, que 'nunca se olvida'.
Este proceso está muy relacionado con el entrenamiento de la técnica y la práctica del movimiento (Aquí y aquí podéis leer acerca del tema). Cuanto más se practica, más rápido se aprende, pero esta práctica debe ser de calidad: si practicamos movimientos erróneos, sólo conseguiremos errores técnicos y una técnica incorrecta. Por eso, la práctica del movimiento y el entrenamiento de la técnica deberían ser deliberadamente impecables para evitar esos errores.

Para saber más:
-Guía completa de entrenamiento en escalada. D. Hague y D. Hunter. Ed. Tutor
-Entrenamiento para escalada. E. Hörst. Ed. Desnivel

miércoles, 31 de octubre de 2012

OCTUBRE MOVIDITO EN EL CASTIELLO

En los primeros metros del Diedro de los Jardineros
Dos vías nuevas en dos viernes consecutivos. Poco a poco, esto va tomando forma... El día 28 de septiembre volví con Carol a la peña del Castiello, con la sana intención de abrir una vía nueva. Ya teníamos varias líneas ojeadas, de hecho, el Diedro de los Jardineros (30 m, IV+) fue la primera línea donde vi posibilidades hace ya más de un año, aunque había una capa de musgo muy espesa, tierra suelta, hojarasca y matorrales secos y pinchudos. Una tarde limpiando, y el descubrimiento de las otras líneas que fuimos abriendo (las vías en homenaje a Sergio Breñas y Dani Crespo), nos hicieron relegar este diedro prácticamente al olvido. Y eso que cada vez que pasábamos por allí, le decía a Carol que debíamos subir a abrirlo. Pero Carol era bastante reticente hacia esta apertura, ya que al verlo siempre lleno de musgo, hojas secas y demás, le parecía que tendríamos mucho trabajo de limpieza. Bueno, algo de razón no le faltaba, pues me pasé un buen rato quitando musgo del fondo del diedro, y llenándome la cara y los ojos de tierra suelta. De ahí el nombre de Diedro de los Jardineros... La vía es del mismo estilo que las otras que ya abrimos anteriormente en el Castiello: una dificultad bastante asequible (nosotros la graduamos de IV/IV+), alrededor de 30 metros, y quedó totalmente limpia, ya que se puede proteger a placer excepto los últimos 4 ó 5 metros (una placa un poco expuesta con roca algo delicada). El descenso se hace rapelando desde el mismo árbol de las otras vías (cordino de 9 mm + maillón), y tiene la particularidad de que la hicimos en dos largos, el primer largo es el diedro en sí, y el segundo es la placa, aunque se puede hacer en un solo largo. Para repetirla, será suficiente con un juego de fisureros y otro de friends hasta el 4 (camalot #3 o equivalente), y un manojo de cintas largas.
Carol llegando a la 1ª reunión del Diedro de los Jardineros
El viernes siguiente, 5 de octubre, volvimos al Castiello con la misma intención de abrir vías. Esta vez escalamos el Espolón (30 m, V), una escalada elegante, en el mismo estilo: ambas vías quedaron totalmente limpias. Como en las otras vías abiertas en el sector, la roca ofrece numerosos puntos donde protegerse a voluntad, y las fisuras son francas.
Colocando el tricam en la enésima repetición de la Sergio Breñas
Unos días más tarde, estuve con unos amigos enseñándoles la zona y sus posibilidades. Ese día, entre otras, hice la primera repetición del Diedro de los Jardineros en un solo largo.
Más adelante, Carol pasó una mañana de domingo abriendo una vía en solitario que dejó sin terminar; empezando por un diedro algo desplomado hasta una enorme sabina que le obligó a seguir varios metros en travesía a la derecha, donde tuvo que bajarse de un friend del 1 (al loro!), porque no encontraba donde poner otro seguro en la placa que le quedaba por arriba. El siguiente martes fuimos a terminar la vía, pero ninguno de los dos se atrevió a llegar hasta el friend, así que escalamos el Diedro de los Jardineros, Carol rapeló para recuperar el material de la vía inacabada, y yo me quedé arriba para desmontar su rápel y bajar por el descenso normal.
Ahora estoy intentando convencer a unos cuantos para ir varios días a trabajar: limpiar de hojas y matorrales secos, tierra y algunas piedras sueltas que quedan aún en las vías, equipar un par de descuelgues en puntos clave, y abrir unos senderos de aproximación hasta el pie de vía. En cualquier caso, tenemos bastante trabajo para adecentar la zona, antes de dar a conocer la escuela, publicar una información fiable y unos croquis de algo interesante, no sólo un puñado de vías en un risco cuasi-desconocido.

lunes, 17 de septiembre de 2012

CLÁSICAS EN EL URRIELLO. NANI, MDinf

El Urriello apareciendo entre la niebla
Este año, Carol y yo hemos tenido unas mini-vacaciones de cuatro días en Vega de Urriello. Salimos de casa el jueves por la mañana, llegamos a Pandébano a mediodía, y al refugio tres horas y media después; yo iba cargadísimo como un mulo (como siempre), y acabé reventado por el esfuerzo; cuando llegué a Vega Urriello Carol llevaba una hora esperándome, y estaba fresca como una lechuga. Buscamos un vivac donde pasar estos días, ya que no íbamos a entrar en el refugio ni habíamos traído la tienda, y dedicamos el resto de la tarde a hacerlo más acogedor, levantando un poco más el murete de piedra.
A la mañana siguente, nos dirigimos a la cara sur; queremos hacer la Sur Directa (Dinf, 110 m, IV+), porque es la primera vez que Carol viene aquí. Al llegar al pie de vía, vemos que hay dos cordadas escalando y otras dos esperando en el suelo, así que decidimos cambiar de objetivo. Ya le habíamos echado el ojo a la Nani (MDinf, 250 m, V+), y decidimos atacarla. Hay una travesía de V+ en el quinto o sexto largo, que me tenía preocupado desde el momento en que decidimos incluirla en las vías que queríamos escalar estos días...
En la esquina inferior derecha de la cara sur, hay un gran gendarme adosado por el que discurre la primera mitad de la Nani. Empezó Carol empalmando los dos primeros largos, y yo seguí empalmando los dos siguentes hasta la cima del gendarme; estos largos van buscando el terreno más fácil y evidente por la fisura entre el gendarme y la pared. Carol estaba super motivada e ilusionada, pero yo andaba escalando un poco tenso desde el principio, incluso de segundo. La travesía que nos esperaba más arriba ocupaba todos mis pensamientos...
Llegando a la cima del gendarme de la Nani
En la cima del gendarme monté una reunión algo incómoda, donde recuperé a Carol y la aseguré en el largo clave, el de la travesía. Aquí, la vía hace una zeta, primero un tramo de IV+ en diagonal a la izquierda, y después otro tramo más largo, en travesía casi horizontal a la derecha, de V+ con agarres pequeños y raros, y que no se puede proteger muy bien, aunque hay algunos cordinos en puentes de roca y un par de clavos. Mientras aseguraba a Carol, creo que estaba yo más nervioso que ella viéndola progresar por esas placas casi lisas. Al fin llegó a la siguiente reunión, y pudimos respirar algo más tranquilos. En mi turno, empecé a remontar el tramo de IV+. Iba muy nervioso, aunque estaba escalando aceptablemente, y al llegar al primer nicho (donde el croquis marca una reunión antes del tramo horizontal), me senté allí a respirar y calmarme. En unos segundos volví a salirme a la placa, buscando agarres y apoyos, y de hecho seguía avanzando poco a poco, mirando y buscando rugosidades que me pudieran servir para avanzar. En un momento, sentí cómo un miedo incapacitante iba creciendo en mí y cómo iba perdiendo el control, y empecé a hiperventilar. Estaba sobre dos pequeños apoyos, agarrado a dos mierdecillas, jurando y con la cabeza funcionando a 1000 por hora. Sólo era capaz de decirle a Carol "¡Al loro! ¡Al loro! No pilles que me tiras...", y pensaba una y otra vez "¿Qué estoy haciendo yo aquí?". Quise intentar un truquillo con un cintajo largo en un puente de roca, pero no me atrevía, estaba bloqueado. Incluso volví a pensar en dejar la escalada para siempre (hace siete años estuve a punto de dejarlo, porque pasaba un miedo tan terrible que me paralizaba durante largos enteros, me tenía que bajar de las paredes y no disfrutaba nada. Afortunadamente, aún sigo escalando, y sin intenciones de dejarlo). Yo no sé cuánto tiempo estuve ahí parado, sudando, buscando y pasándolo mal, hasta que en una pequeña ventana de lucidez entre todo aquel pánico, le dije a Carol que fijase una de las dos cuerdas para que pudiera usarla como pasamanos, y que me recuperase con la otra. Así lo hicimos, y unos minutos más tarde estaba anclado a la reunión junto a Carol.
Pasando miedo en la Nani
Llegados a este punto, al menos nos quedaban tres o cuatro largos, y yo me veía incapaz de seguir escalando de primero. A Carol no le importó mucho ese pequeño detalle, se colgó los seguros y las cintas en el arnés, y tiró para arriba. La reunión donde estábamos es una repisa bajo un gran bloque naranja característico, y hay que salir de ella en travesía a la izquierda para bordear el gran bloque por terreno difícil. Una vez superado el bloque, la dificultad afloja un tanto, y se puede empalmar con el largo siguiente por unas placas con canalizos. Para el siguiente largo Carol siguió en cabeza, aún nos quedaba un paso difícil en este largo, y mi cabeza estaba igual que antes; aunque volvía a escalar aceptablemente, mis movimientos eran bastante tensos. De nuevo, Carol fue progresando por esas placas finas que tanto le gustan, hasta que llegó a la reunión, donde me recuperó. Al llegar, vi que ya estábamos en el borde del hombro E, asomados al anfiteatro de la cara S; de ahí a la cima del hombro y el final de la Nani, sólo queda una corta y aérea trepada hasta el bloque con cordinos del que se rapela al anfiteatro. Bastante aliviado al ver que ya terminábamos, agarré los fisureros, y con el material que había recuperado en el largo anterior, salí hacia la cima del hombro por terreno fácil, pero algo aéreo y descompuesto. Allí recuperé a Carol, y rapelamos hacia el anfiteatro, dando por terminada la escalada: "Ya subiremos a la cima en otra ocasión, vamos a estar dos días más por aquí. Aún hay que rapelar y se está haciendo tarde".
El último paso difícil
Aún estuvimos dos días más por la zona, escalando un poco más, subiendo a la cima, y encontrándonos con varios amigos y conocidos. El domingo nos bajamos por la mañana y pasamos por Ribadesella, para ver la playa antes de volver a casa.

sábado, 8 de septiembre de 2012

EL MIEDO EN LA ESCALADA

Estamos escalando en montaña, una vía larga, dura, con pocas posibilidades de escape y en un sitio alto y alejado de la civilización, cuando de repente, negros nubarrones empiezan a arremolinarse sobre nosotros. ¿quién no tiene miedo en una situación así? Lo primero que pensaremos es que hay que bajarse cuanto antes; como las posibilidades de poder salir de ahí de forma segura son bajas, empezaremos a angustiarnos. Quizá cometamos más errores que de costumbre, la ansiedad no nos dejará pensar claramente: queremos salir de ahí y que no nos caiga un rayo... Si se desata la tormenta con nosotros aún en pared, vamos a pasar un rato muuuy entretenido, luchando contra nuestro miedo; si además, la vía está en nuestro límite, tenemos todas las papeletas para una situación de las que marcan, ya que tardaremos aún más tiempo en salir, estando expuestos durante más tiempo...
Según la RAE, el miedo es la perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. Esto es, cuando percibimos una situación de riesgo nuestro ánimo y nuestras acciones se ven afectados por esa emoción. Todos lo hemos sentido alguna vez escalando o en la montaña, y por supuesto en muchas otras situaciones: antes de un examen, viendo una peli de 'sustos', o en la carretera; todos sentimos miedo en determinadas situaciones, y el que diga lo contrario está mintiendo como un bellaco.
Es así, el miedo es un mecanismo de defensa del organismo que evita exponernos a situaciones que podrían matarnos, y como tal, forma parte de todos nosotros. Lo que es diferente para cada uno es el 'umbral' al que se dispara este mecanismo. Es decir, cuándo empezamos a tener miedo y qué es lo que nos lo causa. Para unos, alejarse 30 cm del seguro sin poder meter otro ya será una situación tensa; para otros, la tensión vendrá por escalar en roca descompuesta, por que caiga un alud, por que se rompa la cuerda o por caer y hacer una cremallera que arranque hasta la reunión. Incluso hay gente que tiene miedo de lo que pensarán otros de su actuación o de su forma de escalar... En todos estos casos, se trata de salir de nuestra zona de confort lo que nos causa miedo.
¿Es lo de más arriba lo que nos causa miedo?
Lo que hay que tener claro en ese momento, es si esa situación que nos asusta es factible, y qué posibilidades REALES hay de que se produzca. Si es posible que ocurra eso que tememos, hay que poner todos los medios (técnicos, tácticos, físicos, psicológicos y materiales) a nuestra disposición para evitar que ocurra, y si aun así esa situación escapa a nuestro control, asumir lo que nos puede pasar y liberar la mente de esa angustia. De esta manera, soltamos un lastre que nos puede hacer fracasar, pero hay que hacerlo antes de que el miedo nos bloquee y seamos incapaces de actuar.
La única solución eficaz para superar nuestros miedos es enfrentarnos a ellos, poco a poco y en entornos controlados. Si nos da miedo caernos, podemos practicar caídas controladas progresivamente más largas para saber a qué nos enfrentamos. Si nos da miedo arrancar todos los seguros del largo en una caída, lo mejor que podemos hacer es formarnos, aprender todo lo posible, y practicar la colocación de seguros flotantes siempre que se pueda. Buscando bien, encontraremos una solución para cada uno de los miedos que nos angustian a diario, y poder salir de nuestra zona de confort, ampliándola de esta manera.

Para saber más:
-Guerreros de la roca. Arno Illgner. Ed. Desnivel. Este manual es buenísimo para el tema que nos ocupa. No os lo perdáis.
-Entrenamiento para escalada. Eric Hörst. Ed. Desnivel.

EL PLACER DEL ESFUERZO

Para una persona que ha pasado toda su vida practicando alguna actividad física, el placer que proporciona el esfuerzo es algo que está fuera de toda duda. Aunque hay veces que ese esfuerzo no tiene nada de placentero, cuando lo terminamos sí que nos sentimos satisfechos... Largas aproximaciones cargando pesadas mochilas, largas escaladas de sol a sol, largas tardes sufriendo en el plafón, sobre la bici o en la piscina; un par de horas depués de terminado el esfuerzo, nuestro cerebro estará produciendo cantidades industriales de endorfinas, que es la hormona del placer, y nos provocará una gran sensación de placer y bienestar.
Carolina aproximando a la Canal del Pájaro Negro (Peña Santa)
Pero no me refiero a esto. Me refiero al placer que supone realizar un trabajo físico por uno mismo, en estos tiempos que corren de ascensores, vehículos a motor y comodidades. En la montaña es algo bastante evidente, sólo hay que pensar en los sitios que pisamos, y que llegamos a ellos con  nuestro propio esfuerzo. A ese tipo de esfuerzo me refiero; ¿por qué todo el mundo coge el funicular a Bulnes, cuando es mucho más gratificante y mucho más bonito (y mucho más barato) hacerlo por el camino tradicional de la canal del Tejo? ¿Por qué todo el mundo coge el teleférico de Fuente Dé, en lugar de subir los 800 metros de desnivel por la canal de la Jenduda? ¿Por qué rapelamos de muchas paredes de las que podríamos bajar destrepando, invirtiendo más o menos el mismo tiempo? ¿Por qué preferimos escalar cerca del coche, con una aproximación de cinco minutos, en vez hacer aproximaciones de dos horas para escalar? Eso es el progreso, la accesibilididad de todo para todos, la comodidad hasta límites insospechados, ir al WC en coche, y atrofiarnos hasta que no podamos levantarnos del sofá delante de la tele...
Este progresivo proceso que intenta eliminar cualquier esfuerzo o incomodidad a los seres humanos también ocurre en la montaña, como podemos ver. Lo más triste es que, poco a poco, esa mentalidad del mínimo esfuerzo se va imponiendo por todas partes. Pero, por suerte, podemos hacer algo al respecto: rechazar esas comodidades (todas o sólo algunas, cada uno sabrá...), volviendo a una forma de vida más pausada, menos estresante y más cercana a lo que debería ser la existencia humana (según mi opinión). Así, iremos redescubriendo el placer por el esfuerzo que teníamos cuando éramos más jóvenes, y nos daremos cuenta de lo que realmente importa en esta vida: correr, escalar, gritar, hacer cosas nuevas, amar, aprender... en definitiva, VIVIR.

VUELTA A LAS PAREDES: AGUJA DEL PILLO Y VEGACERVERA

Esta semana he vuelto a salir a escalar, después de dos meses sin trepar nada. El martes estuve con Carol en la Aguja del Pillo, en Teverga, haciendo la Directa (180 m, Dsup, V), una vía de cuatro largos en terreno de aventura, que ya habíamos escalado con Sergio Breñas al poco de trasladarnos a Asturias.
Carol entrando en la Directa a la Aguja del Pillo
Empezó Carol el primer largo, entrando por una fisura diagonal a la izquierda, que tenía bastante vegetación. El segundo largo sigue unos metros por la fisura, que se endereza y desaparece en un pequeño nicho bajo un desplome. Ahí me pasé un buen rato mirando y dudando; al final, como no lo veía nada claro, me bajé a la reunión para que subiera Carol. En unos minutos había solucionado el paso, y seguía escalando hacia la reunión, empalmando el segundo y el tercer largo en uno solo. Subí de segundo sin problemas, y encaré el último largo por unas fisuras bastante verticales. Según el croquis, este largo es IV+, pero las fisuras me estaban pareciendo más de V+. Seguí avanzando en travesía a la derecha, metiendo algunos seguros, hasta que llegué a una zona demasiado difícil por la que no podía continuar. Retrocedí un par de metros y comencé a escalar en vertical por otra fisura. Puse un seguro y volví a quedarme pillado un buen rato, otra vez. De nuevo destrepé hasta la reunión para que subiera Carol, y otra vez solucionó el paso en unos minutos. Cuando me tocó subir, superé un tramo bastante aéreo por un espoloncillo hasta una brecha, en la que hay que meterse por un agujero entre dos bloques. Ya oigo a Carol animándome, y diciéndome que tengo que deslizarme por ese hueco bastante estrecho, pero que debo quitarme la mochila. Me la quito, y la engancho en una gaza que hago 2 metros por encima de mí. Me pongo justo debajo del agujero, preguntándome cómo habría pasado Carol por ahí, y cómo iba a pasar yo que soy más grande que ella... Al final, me cuelo por el hueco con los brazos por delante; al llegar a la cintura, se empezaron a empotrar todas las cosas que llevaba colgadas, pero pude pasarlas una por una al otro lado, salir del agujero y alcanzar a Carol en la última reunión. Desde allí, aún hay que hacer una pequeña trepada hasta la cima, y destrepar tres metros hasta la primera instalación de rápel. Me acerco a mirar, y aunque lo que vi no lo recordaba de cuando vine con Sergio, no lo vi muy claro, y decidí que bajáramos por la vía que acabábamos de escalar. La última reunión está desequipada, y tuve que jubilar una de mis cintas para montar el primer rápel. Con otros dos rápeles más llegamos al suelo, y en media hora estábamos en el coche, después de cinco horas de escalada.
Espolón del Fluido Rosa
El jueves, Miguel Ángel Adrados se ofreció a llevarnos a escalar a una zona que no conociésemos, y decidimos ir a las Hoces de Vegacervera. A Carol le encanta la adherencia, y llevaba tiempo deseando ir. A mí, ni me va ni me viene, aunque también tenía ganas de ir... 
Elegimos una de las vías más clásicas de la zona, el Espolón del Fluido Rosa (140 m, Dsup, V+), una vía semiequipada de cuatro largos, con un segundo largo que atraviesa una gran placa de adherencia. Carol se pidió los dos primeros largos, para darse el largo de adherencia, y Miguel Ángel los otros dos, hoy me llevan de segundo. 
Cruzamos el río descalzándonos y vadeándolo, y llegamos al pie de vía en dos minutos. De hecho, si no tenemos cuidado, se mojarán las cuerdas al asegurar. La base de la pared está muy lavada por el agua del río, y se hace muy difícil la entrada. Carol lo intentó varias veces, y tuvo un par de resbalones. Al final, encontró la manera, y remontó la fisura de entrada. El primer largo va por un sistema de fisuras hasta la base de la gran placa de adherencia, donde se hace reunión. El segundo largo surca la placa por la zona más tiesa, entrando con unos pasos de V+, que me parecieron bastante más delicados que pasos de la misma dificultad en el granito de la Pedriza. Como iba de segundo, y no tenía muchas ganas de apretar el culo en esas placas resbaladizas, a partir de la segunda o tercera chapa me fui agarrando a todas las cintas que me encontré por el camino.
Carol apretando el culo en la placa de adherencia
Para el siguiente largo, cambiamos la cabeza de la cordada para que Miguel Ángel hiciese el resto de la vía de primero. El tercer largo es más corto, y va en travesía a la izquierda por una fisura, sube directamente un par de metros y vuelve a la derecha hacia la reunión. Y el último largo recorre otro sistema de fisuras hasta la cima del espolón, desde donde se baja rapelando por la misma vía.
La primera reacción que tuve fue "yo no vuelvo aquí, esto es peor que las placas pedriceras", pero pensándolo mejor, tendré que volver; la vía es una de las que tiene más adherencia de la zona, y seguro que hay otras vías en las que disfrutar sin pasos delicados de adherencia imposible en esas placas lisas.

domingo, 11 de marzo de 2012

CORREDOR ESTE IZQUIERDO AL PICO TORRES

Pico Torres a la derecha y pico Valverde a la izquierda
El sábado estuve con Carol en el puerto de S. Isidro, aprovechando el que posiblemente fuera el último día de actividad 'invernal' de la temporada. Después de levantarnos a las 4'30, llegamos al puerto poco antes de las 7 de la mañana, y en 10 minutos ya estábamos saliendo del aparcamiento.
En principio, yo tenía intención de hacer el corredor sur de La Capilla (la cumbre este del Valverde), y encadenar con uno de los corredores orientales del Torres, si las condiciones lo permitían; pero al ver la pared del Valverde desde el puerto, se me quitaron las ganas, prácticamente no queda nieve. Aun así, salimos hacia el Torres, ya que parece que los corredores tienen nieve suficiente. Empezamos la aproximación, y al rato ya le está dando el sol a la cara este del Torres, teníamos que haber madrugado más aún... En poco más de una hora, estábamos en la entrada del corredor. Desde aquí ya se ve todo el corredor, y puedo comprobar lo que iba viendo durante la aproximación: hay un corto tramo sin nieve donde se estrecha el corredor izquierdo, a ver qué pasa. Tenemos una persona por delante de nosotros, entrando ya en el corredor. Poco a poco le íbamos ganando terreno, y en breve lo alcanzaríamos.
Carol a la entrada del corredor
Llevábamos las cuerdas y el material en la mochila, y le dije a Carol que parásemos a prepararnos por si hacía falta la cuerda, para no tener que hacerlo en un lugar vertical e incómodo, pero seguimos subiendo, viendo que el solitario iba sin cuerda. A unos 50 metros de la zona sin nieve, veo que el solitario se había parado justo antes del estrechamiento. Me echo a la derecha del corredor y me paro en la rimaya, a ver qué hace. Un par de minutos después, veo sorprendido cómo empieza a bajar por el mismo corredor. Al llegar a nuestra altura nos saludamos, y nos dice que no se atreve a hacer el tramo mixto sin cuerda, aunque cree que será III+ como mucho. Le ofrecemos subir con nosotros, atado a nuestra cuerda, pero lo rechaza a pesar de llevar arnés, unos clavos, unas cintas y un par de anclas de nieve (¿para qué tanto material si va solo y sin cuerda?), dice que subirá por la pala de la Normal. Bueno, nosotros seguimos subiendo por el corredor. Al llegar al tramo mixto, paramos un momento para evaluar la posibilidad de subir sin cuerda. Hay un clavo en la roca de la izquierda y otro más arriba a la derecha, y se ve algún tapín bajo la nieve, aunque apenas son unos 8 ó 10 metros. Nos miramos, comentando la jugada. Ambos pensamos que podremos subir sin sacar las cuerdas...
Carol en mitad del tramo mixto
Así que empieza a subir Carol; se quita los guantes de gore, que quedan colgando de sus muñecas, igual que los piolets, y agarrándose a la roca empieza a arañarla con los crampones. Con algo de tensión va subiendo poco a poco, hasta llegar a una pequeña repisa de tierra endurecida. Es mi turno; también me quito los guantes, que meto dentro del forro porque no son de gore, y guardo los piolets en los portamateriales del arnés. Igual que Carol, voy subiendo rascando la roca con los crampones, con la misma tensión que ella. Al llegar a la repisa terrosa, Carol ya ha salido hacia arriba, y me paro un par de minutos a descansar. Cuando sigo subiendo, ya no veo a Carolina, y saco los piolets para este tramo que está más seco. De hecho, en algún paso hice tapín-tracción, y este trecho me cuesta más que el de abajo. Al llegar de nuevo a la nieve, subo unos metros y vuelvo a ver a Carol, ya casi en la salida del corredor. Le grito que me espere, y sigo subiendo.
En la repisa
Llego donde me espera Carol, al final de las dificultades, y ya sólo nos queda hacer una corta travesía por la cara norte y superar unos metros por la arista hasta la cima. La nieve en la travesía de la norte está helada, durísima, y pasamos con cuidado, porque si caemos ahí y no nos detenemos en 5 ó 6 metros, nos precipitaremos por la cara norte, casi sin posibilidades... Pero no pasa nada, y llegamos a la cima sin problema. Allí sopla una buena ventolera, y estamos lo justo para hacer un par de fotos, reconocer las montañas de alrededor, y dejar una nota en el buzón de cumbre. Con las mismas, nos bajamos sin perder más tiempo. Vamos perdiendo altura rápidamente para llegar a cubierto del viento, y bajar por la pala de la Normal. Por cierto, yo no volví a ver al solitario. Carol me dijo que se lo encontró cuando me estaba esperando a la salida del corredor, él ya bajaba por la Normal. Así que fuimos siguiendo sus huellas por la nieve blanda. Le estaba dando el sol desde hacía 3 ó 4 horas, y ya estaba algo pastosa, y en varias ocasiones hundí la pierna hasta la rodilla. Finalmente, llegamos al puerto sobre las 12 de la mañana, cansados, bastante acalorados, pero contentos. Yo le tenía muchas ganas al Torres desde hace 7 años, y después de un año y medio viviendo en Asturias ya era hora de acercarnos por aquí...
Carolina en los últimos metros por la arista








sábado, 25 de febrero de 2012

REPETICIONES, LIBERACIONES Y SOLITARIOS EN LA PEÑA DEL CASTIELLO (SAN ANDRÉS)

El sábado 18 de febrero subí con Claudio al Castiello, con intención de liberar la Dani Crespo. Ya que Claudio no había escalado aún en el Castiello, hicimos la segunda repetición de la Sergio Breñas (La primera la hice yo mismo con Chechu, antes de las navidades).
Chechu en la 1ª repetición de la Sergio Breñas
Después de bajar y recuperar la cuerda, me coloqué todo el material que creí necesario para liberar la Dani Crespo (unos fisureros, friends del 0 al 2 y unas patas de cabra pequeñas), y me puse manos a la obra. Ya en el primer apoyo, con un pie aún en el suelo, arranqué el apoyo. Vuelvo a la carga: me agarro al borde de la fisura, coloco los pies de nuevo, y cuando saco una cinta exprés del portamaterial y voy a chapar el primer clavo me quedo con una laja en las manos, cayendo al suelo. Tercer asalto: vuelvo a encaramarme, llego hasta el clavo y lo chapo, pero empiezo a complicarme la vida por la izquierda de la fisura. Estoy en dos pequeños agarres con el clavo en las rodillas, mirando y buscando cómo seguir. Intento meter un friend pequeño, pero se me van las manos y vuelvo a caer; Claudio tuvo que recuperar un poco de cuerda para que no me dejara los tobillos en la roca del pie de vía, y me quedo colgando a 30 cm del suelo, pero el clavo ha aguantado... Me bajo al suelo, y descanso un rato; le daré un último pegue, y si no puedo subirá Claudio.
Claudio en la Sergio Breñas
Mientras descansaba, han llamado a Claudio por teléfono y he tenido tiempo para probar algunos movimientos en la entrada: ya tengo una secuencia que creo será correcta. Y ahora sí, voy subiendo, paso el primer clavo, y llego al segundo (al que le pongo una cinta disipadora, por lo que pudiera pasar) sin más problemas. Un poco más arriba la pared se tumba ligerísimamente y aparecen más agarres, pero después de arrancar tres cantos en tres intentos, voy agarrándome con más cuidado, aunque lo más duro ya está hecho. Sigo subiendo, poniendo algunos seguros antes de la placa de IV, y llego al árbol de la reunión. Recupero a Claudio, intercambiamos opiniones de la vía mientras preparo el rápel, y bajamos. Yo le daría 6a, aunque él dice que ha encontrado otra manera diferente de entrar, y cree que es V+; habrá que esperar que otros la escalen y den su opinión al respecto...
El canto que arranqué
La mañana del miércoles 22, estaba de nuevo en la base del Castiello, con casi 20 kilos de material a la espalda y la intención de escalar la Dani Crespo en artificial solitario. Será la tercera vez que paso por aquí en artificial, pero las dos anteriores Carol estaba al otro lado de la cuerda; además, esta será la primera vez que escalo en solitario. Más me vale hacer las cosas con cuidado, porque me puedo calzar un viaje curioso... Me preparo, meto la cuerda en la mochila para que vaya saliendo con fluidez según la necesite, me cuelgo todo el material en el arnés y un portamaterial en bandolera, y monto una reunión en la base de la fisura, donde anclo la cuerda. Meto un primer seguro a 30 centímetros de la reunión, y lo uso para direccionar la reunión hacia arriba. Ya está todo listo, me pongo la mochila con la cuerda, respiro profundamente y chapo los estribos al seguro. Ya lo he hecho antes, es el mismo seguro en el mismo emplazamiento que las otras veces, sé que aguantará mi peso, pero esta ocasión es diferente. Me subo, chapo la cuerda en este seguro y en el siguiente, el primer clavo fijo de la vía. Estoy usando el sistema de nudos en cada anclaje: tengo la cuerda fija a la reunión de la base, y voy haciendo gazas de ocho a cada seguro que pongo. Antes de pasar el nudo al siguiente anclaje, me doy dos o tres metros de cuerda, hago un nuevo nudo y me lo ato a un mosquetón en el anillo ventral, de este modo siempre estoy asegurado a la cuerda y a todo el sistema. En algún seguro he chapado la cuerda, sin soltar mi gaza del anillo ventral, porque me quedaba mucha comba si pasaba el nudo, y así me ahorraba complicaciones de hacer y deshacer más nudos. La verdad es que en varios pasos he tenido algún problema para hacer la nueva gaza con una mano, incluso he llegado a pensar que me caía sin remedio un par de veces. En otro paso, a unos 8 metros del suelo, me quedé con un canto en la mano, pero pude equilibrarme con la otra mano en los estribos. No me gustaría caerme en esta situación, podría hacerme mucha pupa...
Reunión al pie de la fisura
Sé que hay mejores maneras de hacerlo, o más seguras (usar un Soloist, por ejemplo), pero creo que es la forma más segura y menos complicada con los medios de que dispongo. Además, aunque en principio pensaba subir todo en artificial porque no quería escalar en libre, llevaba unos pies de gato cómodos en previsión de la salida en libre que tendría que hacer en la placa al final de la vía. Y aparte de esta placa final, hice dos pasos en libre algo más abajo, con muchísimo cuidado y los huevos debajo del casco, a pesar de ser IV y haber subido ya un par de veces antes por ahí. Finalmente, llego al árbol del rápel cansado, acalorado y sudando, pero contento; mi primera experiencia en solitario ha sido satisfactoria. Fijo la cuerda arriba, y lanzo el cabo libre, por el que rapelo. Al llegar al suelo, me quito algo de ropa y bebo agua, preparo los bloqueadores y remonto por el cabo libre, ya que no pude remontar por la cuerda que fijé a la reunión de la base. Al llegar de nuevo arriba, liberé la cuerda para poder rapelar por ella y limpiar el largo. Volví a casa cinco horas después de salir, cansado, hambriento y muy satisfecho por la actividad. Aunque, la verdad sea dicha, no sé si repetiré en solitario.
En solitario

jueves, 16 de febrero de 2012

EL ABSURDO

Qué fuerte... Si hace algunas semanas, ocurrió un accidente en Canarias donde murió un escalador, hoy aparecía una noticia relacionada en Desnivel (Aquí podéis leerla): Dos equipadores malagueños han sido multados con 625€ cada uno por tirar un bloque suelto de la pared. La zona es el Barranco de la Coladilla, un sector de iniciación perteneciente al municipio malagueño de Nerja, que precisamente hace de límite entre el Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama y unos terrenos municipales sin protección, aunque la roca está dentro del Parque. Al parecer, fueron denunciados por dos agentes medioambientales por "destruir vegetación en peligro de extinción". La escalada no está prohibida en el Parque.
Bueno, me parece rizar el rizo del absurdo, ¿qué pasa, que esas especies vegetales habitaban única y exclusivamente en el bloque que tiraron los equipadores? Como apuntaban algunos comentarios en la web de Desnivel, todo se reduce al afán recaudatorio de la Administración. Así es como se les agradece haber dejado la zona más segura, con una multa. Bien es cierto que la zona está dentro de un Parque Natural, donde por otra parte, se permite la escalada. Es como aquello de "puedes consumir, pero si lo llevas encima te multamos..." ¿Mande?
¿No es bastante estúpido multar a dos personas que sólo han dejado un sector de escalada más seguro, tanto para los escaladores como para los que pasen por ahí debajo? Si no se hubiera tirado ese bloque, al final habría terminado cayendo, y quizá provocando un desgraciado accidente como el de las Canarias. En ese caso, se habría puesto el grito en el cielo, buscando responsabilidades y criticando a los equipadores por no sanear la zona. ¿En qué quedamos?

Y con esto, ¿qué demuestra la Administración? Que es más valiosa una supuesta especie vegetal en peligro de extinción que una vida humana. Así nos va...


Barranco de la Coladilla (Foto: Manuel Ortega)

martes, 14 de febrero de 2012

GALAYOS

Bueno, por fin me decido a hablar de una zona imprescindible en la escalada de autoprotección: Los Galayos. Los que ya la conocéis, no necesitáis que os la recomiende; los que aún no la conocéis, no sabéis lo que os estáis perdiendo...
Estampa invernal de Galayos. Así es aún más impresionante
Los Galayos son un grupo de unas 50 verticales agujas graníticas, con unas alturas de hasta 300 metros, cuyas cimas van desde los 1600 hasta los 2200 metros de altitud (cimas de las Berroqueras y el Gran Galayo, respectivamente). La zona pertenece a la localidad abulense de Guisando, a unos 160 km de Madrid y 80 de Ávila. Está enclavada en el sector suroriental de la Sierra de Gredos, entre el puerto de Tornavacas al oeste y el puerto del Pico al este, y está formada por dos cordales que se desprenden desde la divisoria de aguas (más concretamente desde la cima de La Mira, de 2343m) con una orientación sur y sureste.
Primer largo de la Malagón al Gran Galayo
Frente a estos cordales, se encuentra la garganta del río Pelayos, bien encajonado entre gargantas graníticas, y con algunas pozas que son una verdadera bendición en verano. Desde Arenas de San Pedro, en la vertiente sur de la sierra de Gredos, sale una estrecha carretera de montaña que en unos 8 km, y después de pasar por Guisando, nos deja en la plataforma del Nogal del Barranco. Allí hay un refugio libre del antiguo ICONA, un bar y un área recreativa con sus mesas bajo los pinos y su fuente. Desde aquí, ya se ven las agujas del Galayar, donde llegaremos después de una caminata de un par de horas, después de salvar un desnivel de unos 900 metros.
En el segundo largo de la Rivas-Acuña a la Punta Mª Luisa
La roca es un tipo de granito (un geólogo nos diría que es granodiorita y ademallita), con grandes cristales de feldespato de hasta 6 ó 7 cm de longitud, y enclaves de gabarro (esto es, pequeños nódulos de composición diferente a la roca granítica en la que están incrustados) que proporcionan unos estupendos agarres. La fracturación de la roca ha dejado unas fisuras francas, profundas, generalmente con bordes netos y afilados, de las que se dice son muy parecidas a las del macizo del Mont Blanc, y en las que entra prácticamente todo lo que queramos, si sabemos usarlo (cuenta la leyenda que si tiras un puñado de friends al aire, ellos solos se meten en las fisuras...).
En la zona alta del Galayar, sobre una amplia plataforma, se encuentra el refugio Antonio Victory, y unos metros por debajo del refugio hay un caño que trae agua desde otra zona más alejada del trajín de escaladores. El refugio está guardado los fines de semana, puentes y Semana Santa, y todos los días en verano, aunque queda abierta la zona libre donde dormir y cocinar si el guarda no está. Durante muchos años, el guarda fue José María Alonso, el Majara, un personaje muy peculiar cuanto menos (No entraré en detalles; los que lo hayáis conocido ya sabéis cómo es, y los que no... pues otra vez será). Actualmente, David Bautista es el encargado del refugio, un grandísimo escalador y guía de montaña, conocido personal mío desde hace algunos años (www.david-bautista.blogspot.com).
¿Abriendo? una variante de la Comicci
al Pequeño Galayo
Es una zona con una dilatada historia alpina, su historia comienza en 1916 con la ascensión al Gran Galayo (o incluso algunos años antes), aunque las líneas más evidentes se abrieron entre 1952 y 1970 por los históricos del alpinismo castellano (Pérez de Tudela, Carlos Soria, Salvador Rivas o Pedro Acuña), así que es normal encontrarse algún clavo viejo y roñoso en alguna de las vías más clásicas.
Primer largo del Gran Diedro al Gran Galayo
Pero no sólo se escala en roca en Galayos. Cuando llega el invierno, los corredores y canales entre las agujas se cubren de nieve y hielo a pesar de su orientación, y se multiplican las posibilidades para escalar. Los resaltes rocosos se transforman, y con suerte encontraremos cascadas y estrechas goulottes de hielo, que podemos proteger perfectamente en la roca de los laterales. Con muy buen nivel, y mucha nieve se pueden descender algunos de los corredores más amplios (la Trocha Palomo o la canal del Gran Galayo), y subir esquiando a La Mira por su vertiente sur. No obstante, en inviernos con mucha nieve hay que tener cuidado, ya que la estructura y orientación de las canales puede provocar aludes muy peligrosos. Esto ya causó 6 muertes en 1979, en un alud en la canal de la Apretura. Aparte de este peligro objetivo, el efecto del hielo también se puede notar en los escasos clavos que hay en la zona.
Canal del Torreón en invierno
Al congelarse el agua en las fisuras, actúa como una cuña, agrandándolas y haciendo que los clavos se aflojen en sus emplazamientos. Si no andamos atentos y con cuidado, podemos arrancar esos pitones que ya están un poco sueltos. Además, como a estas alturas del partido ya nadie lleva maza a Galayos, esos clavos flojos se van soltando un poco más cada invierno porque nadie se encarga de afianzarlos, hasta que una caída corta o un tirón fuerte los arranca. Por suerte, como dije antes, la estructura de la roca nos permite la protección con fisureros y friends a voluntad.
La zona es una de las últimas reservas alpinas del país, y para muchos la 'reserva espiritual de occidente', por la particular filosofía e idiosincrasia de los aperturistas de sus vías y de los escaladores que la frecuentan. En un sitio como este, donde la estructura de la roca facilita tanto la protección natural, el uso de clavos y de seguros fijos se ve prácticamente como una herejía. Aunque también hay que decir que en algunas de las últimas vías abiertas, se dejan las fisuras limpias, y en las placas y tramos que no se pueden proteger con fisureros o friends, se ponen chapas. Ya ha habido muchas polémicas y algunos enfrentamientos por este motivo. A pesar de esto, que nadie se llame a engaño: no son vías deportivas y ni siquiera se pueden considerar equipadas. Hay que tener unos buenos conocimientos de colocación de seguros móviles y montaje de reuniones desequipadas, saber moverse con soltura en destrepes delicados (algunos destrepes galayeros ponen los pelos de punta), y llevar el grado bien asentado para las vías en las que vayamos a meternos. Y por supuesto, el casco es imprescindible en un sitio como Galayos, donde todo se mueve y las caídas de piedras son la tónica habitual.
Subiendo por la Trocha Palomo en invierno
En definitiva, una joya para practicar la escalada en terreno de aventura durante todo el año... ¿A qué esperáis para coger vuestros friends y acercaros a la zona a pasar un fin de semana alpino?

domingo, 12 de febrero de 2012

CARA NORTE DE PEÑA UBIÑA

Aproximando al Meicín
El sábado 11 de febrero, Carol y yo quedamos con Claudio para ir a la Norte de Peña Ubiña; se nos había fastidiado el plan de ir a Neila con otro amigo de Madrid, y por no dejar pasar otro fin de semana sin pisar nieve, decidimos acercarnos al macizo de Ubiña, y pinchar algo después de algunos años sin hacer alpinismo (Carol y yo desde 2009, pero Claudio desde 2006). La intención era meternos en el Corredor Central de la norte de Ubiña, así que llevamos cuerdas y una selección de material de roca, un ancla de nieve y algún tornillo de hielo, por lo que pudiera pasar. Salimos de Tuiza de Arriba a las 7 de la mañana (quizá un poco tarde para nuestro objetivo), y ya pisando nieve, generalmente blanda y pisoteada, hasta que llegamos al refugio del Meicín en 40 minutos, donde paramos a ponernos los crampones y sacar uno de los piolets. Allí, vimos que dos personas estaban empezando la subida por el valle de Covarrubia, y al parecer iban abriendo huella. Continuamos nuestra aproximación, ya por la huella que habían abierto nuestros dos 'colaboradores', agradeciéndoles mentalmente que hubieran salido 20 minutos antes que nosotros...
Panorama del macizo desde el Meicín
Yo iba super motivado, y me encontraba muy fuerte físicamente, ya que estoy saliendo a correr últimamente (aquí lo podéis ver). Así que iba subiendo y subiendo, viendo cada vez más cerca a nuestros 'colaboradores', y pensando que los alcanzaríamos antes de que llegaran a la base de la pared.
Aproximando por el valle de Covarrubia
La nieve estaba aceptablemente dura, pero ya estaba dándole el sol, así que antes de terminar la aproximación, empezamos a encontrar tramos más blandos donde nos hundíamos a pesar de la huella abierta. Además, a medida que subíamos soplaban algunas rachas de viento bastante fuertes, que levantaban polvo de nieve, y se metían por todas las rendijas entre la ropa, por debajo de las gafas... Al fin, en los Joyos de la Cabra, hicimos un pequeño descanso al abrigo de un bloque de roca donde nos daba el sol. Picamos algo, y ya con la cara norte más cerca pudimos evaluar y decicir. Los dos chavales que iban por delante se metieron en la Norte Clásica, y nosotros también decidimos meternos en la misma vía, ya que llevábamos una larga temporada sin hacer esto, y la línea no parecía tener mucha nieve (se veía algún tramo mixto bastante peliagudo), además de la hora larga que había estado dándole el sol a la pared, ablandando la poca nieve que tuviera el Corredor Central.
Descansando a cubierto del viento
Nos pusimos los arneses, por si encontrábamos alguna zona donde fuera necesario encordarse, sacamos el segundo piolet y seguimos tirando hacia arriba. Ahora Claudio se puso delante, y nos metimos en el corredor, subiendo por palas nevadas de entre 40º y 45º. La huella que habían abierto nuestros 'ayudantes' seguía abierta, aunque llegaba a desaparecer en alguna zona escasa de nieve. Así, llegamos a un tramo diagonal hacia la derecha algo más tieso, de unos 50º, donde Carol y yo nos separamos un poco más para evitar que un resbalón del primero arrastrase al segundo. Ya no veíamos a Claudio, aunque de vez en cuando le oíamos preguntarnos cómo íbamos, o avisarnos de algún tramo peligroso o con poca nieve.
Después de este tramo, salimos a un campo de nieve más amplio, de unos 45º, donde volvimos a ver a Claudio en una pequeña travesía a la izquierda bajo un resalte de roca. Cuando pasó la travesía, se volvió para avisarme de la poca nieve de ese tramo, y siguió subiendo. Ahí pasé un momento de tensión, intentando clavar los piolets, pero debido a la escasez de nieve no encontraba un sitio adecuado. Lo intenté en piolet-apoyo, en piolet-tracción en la nieve de más arriba y en piolet-puñal. Finalmente, con un piolet en apoyo y el otro en puñal, pude ir subiendo más a la derecha que Claudio hasta la travesía justo por debajo del resalte.
Claudio en la travesía bajo el resalte rocoso
A estas alturas, Carol ya estaba deseando terminar la vía y salir a cima, donde nos esperaba el sol. Unos metros más arriba, volvimos a perder de vista a Claudio, pero le oíamos jurar; debía estar en un tramo más técnico. Seguimos subiendo hasta alcanzar a Claudio en las canales de salida, efectivamente en un corto tramo mixto. Esperamos parados un poco por debajo de la canal donde Claudio estaba luchando, resguardados tras una roca. Eché un vistazo, y vi que podía subir por una canal paralela sin recibir los trozos de hielo que estaba tirando Claudio, y me lancé hacia allí, aunque tuve que esperar igualmente a que Claudio subiera ese tramo.
Carol en el tramo mixto en las canales de salida
Cuando franqueamos ese pequeño resalte mixto, apenas nos quedaban unos metros por la arista norte hasta la cima, donde nos esperaba Claudio sentado al sol. Llegamos a la cima, hicimos unas fotos y nos preguntamos por dónde habrían bajado nuestros 'ayudantes'. Nos pareció ver una persona moverse, asomándose desde la vertiente leonesa, y decidimos esperarle. Cuando llegó hasta la cima, decidió bajar con nosotros por el corredor sureste. Poco antes de llegar al collado de Cerreos, el montañero leonés se separó de nosotros, ya que bajaba hacia la vertiente leonesa, y en menos de media hora estábamos de vuelta en el refugio de Meicín, donde paramos a descansar y comer algo y a saludar a Caco, el guarda del refugio. También estaban nuestros 'héroes', los dos chavales que habían abierto la huella hasta la base de la pared, y que tanto esfuerzo nos habían ahorrado. Muchas gracias a los dos ayudantes desde aquí. Estuvimos en la terraza del refugio una hora, hasta que decidimos volver mientras hubiera luz. En una hora más estábamos en Tuiza, cargando el coche para volver a casa. Al final, hicimos una buena actividad, muy clásica, con muy buen tiempo soleado, buenas condiciones de nieve y buenos compañeros de cordada. Así da gusto.
Claudio, Carol y yo en la cima de Ubiña

viernes, 3 de febrero de 2012

LA NIEVE Y LOS ALUDES

Bueno, parece que ya llegó el invierno de verdad. Ya era hora... Estos días, con las cotas de nieve tan bajas que estamos teniendo (¿nieve en Barcelona o San Sebastián?), nos dejarán un buen paquete en las montañas. Como ya llevamos cierto 'retraso' con las nevadas, estamos todos un poco impacientes por pisar nieve, foquear y hacer actividad invernal. Pues precisamente estos días, justo después de las nevadas, es cuando hay más riesgo de aludes. De hecho, el pasado fin de semana, había riesgo 3 en el Pirineo (Y seguramente para este, el riesgo sea mayor). Es un riesgo moderado, pero quizá sea el más peligroso de los 5 niveles en que se divide la escala europea de riesgo de aludes: Con riesgo 4 ó 5, la gente no se arriesga y se queda en casa, o se van a hacer deportiva. Con riesgo 3, es más habitual que salgamos, pensando que no va a pasar nada (Qué optimismo el de los alpinistas...). En esta situación, la montaña está bastante cargada y el manto apenas estabilizado. Como no ha habido tiempo para que se estabilice (es el caso de esta semana), es aún más inestable. Hay que recordar que las posibilidades de que se desencadene un alud son mayores justo después de fuertes nevadas acompañadas de viento, en las laderas propicias en cuanto a altitud y orientación; para saber las inclinaciones y orientaciones críticas que  hay que consultar los boletines para la zona en cuestión. Para eso, podemos mirar en la web www.aemet.es, o buscar otras páginas en internet (en casi cualquier foro encontraremos algún enlace útil).
Probablemente, lo mejor para este fin de semana sea quedarse en casa, dar un paseo por el valle o ir a cualquier escuela a hacer deportiva. Pero como somos unos inconscientes impacientes (yo también), más de uno va a salir a la nieve, y muchos se arriesgarán sin necesidad. De hecho, mañana tengo planeada una salida por la recién nevada Sierra del Aramo con Carol y las perritas. Ya contaré...
Para los impacientes, será mejor esperar unos días a que se estabilice la nieve...