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lunes, 30 de agosto de 2010

ALPINISMO O NADA

Me resulta absurdo e irritante a la vez ver que en libros y prensa especializada se le cambia el nombre a nuestro deporte, dependiendo del macizo donde se practique. Según el Diccionario de la RAE,
-Montañismo: Alpinismo.
-Alpinismo: Deporte que consiste en la ascensión a las altas montañas.
-Montañero: Persona que practica el montañismo.
-Alpinista: Persona que practica el alpinismo, o es aficionada a este deporte.
Y no he encontrado ninguna referencia a dónde deben estar situadas las montañas, o en qué macizo montañoso hay que practicarlo para que sea alpinismo y no otra cosa. Entonces, la actividad es la misma (alpinismo), se practique donde se practique. Otra historia muy distinta, es lo que pueda implicar la actividad. Para mí, y para mucha gente, el alpinismo es una actividad más técnica, más dura psicológica y físicamente, y que entraña más riesgos que el montañismo, que sería la ascensión de montañas por sus vías normales, en verano o invierno, y sin material técnico (si acaso, unos crampones y un piolet de marcha).
Leyendo, he encontrado alusiones a himalayistas (pero no karakorumistas), andinistas, alpinistas, pirineístas, piquistas, sierranevadistas y guadarramistas. ¿Cuál es la diferencia? Ninguna, salvo las cuestiones de altitud, la actividad es la misma; es la absurda actitud del "yo también quiero". En fin... ¿Y los que no están? ¿Qué hay de los montserratistas, los ubiñistas, los espigüetistas y los urbionistas? ¿Y los pedricistas (¿o son pedriceristas?), peñalaristas, gredistas, galayistas y torocistas? ¿A quién se le ocurrió esta idea? ¿Por qué no podemos aceptar que la actividad se llama como se llama? Y si no nos parece bien, aún podemos llamarlo montañismo, ¿o es más correcto inventarse un palabro derivado del nombre del macizo donde escalamos habitualmente?
Si bien es cierto que el nombre es alpinismo porque empezó a practicarse en los Alpes, también es cierto que fueron alpinistas (perdón, pirineístas) franceses los que comenzaron esta diferenciación, aduciendo que en Pirineos pueden darse unas condiciones tan duras o más que en Alpes. Bueno, razonado así puede tener cierta lógica, pero ¿implica eso que no pueden escalar en otra cordillera que no sea Pirineos? ¿dejarán de ser pirineístas si lo hacen? Algo parecido ocurre con los Andes, porque ellos mismos se consideran andinistas (¿quizá por semejanza en los nombres, Alpes-Andes y alpinista-andinista, o por lo que apuntaba antes del 'yo también quiero'?), pero nunca oí hablar de patagonistas o aconcagüistas...
Estamos siendo más papistas (¿¡¿y éstos dónde escalan?!?) que el Papa: se trata de un deporte cuyas técnicas se usan en función del terreno y las condiciones, pero nunca en función del macizo en el que estemos; al menos no tanto como para cambiarle el nombre a la actividad.
Ocurre lo de siempre, se propone algo por unas razones más o menos lógicas, y se sacan los pies del tiesto, porque ahora todos queremos esa diferenciación: "Yo no soy alpinista, porque sólo escalo en Torrelodones. Soy torrelodonista.". Una cosa es el chascarrillo en el bar con los amigos, y otra muy distinta es pretender que la actividad propia sea algo exclusivo, especial y diferente a lo de los demás porque nos ceñimos a un macizo o cordillera en concreto. Y aún es más, lo peor es que hay gente que se lo cree, y se incluye en cualquiera de los grupos ya mencionados, o se inventa un nuevo y exótico nombre (como he hecho yo con todos esos grupos de 'no-alpinistas') para hacer notar la supuesta exclusividad de su actividad.
Nos guste o no, nuestra actividad, nuestro deporte, se llama alpinismo, independientemente de donde se practique. Sin estupideces chauvinistas ni matices absurdos. Alpinismo o nada.

sábado, 28 de agosto de 2010

AUTOASEGURARSE A LA REUNIÓN

Esta es una de las maniobras básicas de seguridad, pero gran parte de los escaladores no saben hacerlo. De entrada, muchos confunden términos: La línea de vida NO se utiliza en escalada, sino en trabajos verticales. En escalada, se llama cabo de anclaje, autoseguro o autoaseguramiento al sistema que se usa para mantenernos unidos a una reunión o tinglado de rápel. Este sistema debe cumplir unos requisitos para ser suficientemente seguro.
-El autoseguro debe unir el anillo ventral del arnés con el punto central de la reunión. Podemos usar la propia cuerda, un anillo de cinta cosida o anudada, un anillo de cordino, una cinta probadora (daisy chain) o un cordino en simple con una placa autoblocante (Slyde de Kong, o similar). La mejor opción es usar la cuerda, excepto en deportiva o al montar un rápel, donde necesitaremos un cabo de anclaje. Si usamos la cuerda, podemos reforzar el autoseguro con otro cabo al seguro más resistente de la reunión.
-Para unir el cabo al arnés, lo haremos mediante un nudo de alondra, si se trata de un anillo (de cinta o de cordino) o de una daisy chain. Si usamos un cordino en simple con una placa autoblocante, haremos un ocho doble por chicote a cintura y perneras (igual que si nos encordamos).
Cómo unir la daisy chain al arnés
-Para unir el cabo a la reunión, usaremos SIEMPRE un mosquetón de seguro, mejor si es HMS. Yo personalmente, uso un HMS automático de buen tamaño, con sistema adicional de seguridad para evitar aperturas involuntarias.
-Si usamos una cinta probadora, dejaremos fijo el mosquetón del extremo y pondremos otro mosquetón de seguro en el anillo ventral para chapar los bucles de la daisy. Mucha atención, sólo debemos chapar un bucle de la cinta, si chapamos dos a la vez, la costura entre los bucles puede romperse bajo una carga relativamente baja, y deshacerse el autoaseguramiento.
-JAMÁS usaremos cintas exprés, cadenas de mosquetones o mosquetones sin seguro para anclarnos a la reunión. Hay un riesgo bastante elevado de que se abran o se salgan del anclaje.
-Si utilizamos cordino en simple con placa autoblocante, que sea de 7-8 mm. Con este diámetro ya obtenemos suficiente resistencia (alrededor de 1000 kg de carga de rotura el de 7 mm, y unos 1300 kg el de 8 mm; el doble si lo usamos en anillo).
-Mucho cuidado con escalar por encima del punto de anclaje estando asegurados. En caso de caída, si nuestro cabo es estático (cintas y cordinos de poliamida y dyneema) puede romperse.

Para saber más:
-Seguridad. Comissione Tecnica Nazionale de Italia. Ed. Desnivel
-Seguridad y riesgo. Pit Schubert. Ed. Desnivel

MOSQUETONES

Desde principios del siglo XX se usa los mosquetones en montaña con ellos se dio un gran paso: el escalador ya no tenía que desatarse y pasar la cuerda por los pitones. Hasta la II Guerra Mundial, los mosquetones se fabricaban en acero, pero debido a la escasez empezaron a fabricarse en aluminio. Así se consiguió material igual de resistente, pero tres veces más ligero. Actualmente, todos los mosquetones están hechos con aleaciones de aluminio.
Partiendo de varillas de aluminio, se doblan para darle forma al cuerpo del mosquetón. Después, se aplican unos tratamientos térmicos para aumentar la resistencia del aluminio, y se revuelven las piezas en grandes recipientes con piedras que pulen el metal. Por último, se aplica el anodizado, que es un complejo proceso anticorrosión.
La forma del cuerpo del mosquetón determina el uso más adecuado. Según la forma, hay cuatro tipos: ovales, en D, ergonómicos o 'set', y HMS o de pera.
Los ovales han sido el tipo de mosquetón 'estándar' para escalada. Son muy útiles para escalada artificial (son más fáciles de abrir bajo carga), para rapelar mediante el sistema de mosquetones y como portamaterial. Por contra, son más débiles que los de otros tipos, y relativamente más pesados.
Los mosquetones en D simétrica son los más resistentes, porque la carga se soporta en el dorso del mosquetón (el lado opuesto al gatillo). Suelen ser bastante grandes (mejor manejabilidad con guantes).
Los ergonómicos son bastante más ligeros, porque reducen el radio de las curvas en el lado del gatillo sin afectar a su resistencia. Así, se consigue una apertura mayor del mosquetón.
Los HMS (del alemán Halb-Mastwurf Sicherung, aseguramiento con medio ballestrinque), son mosquetones en forma de pera con seguro, y suelen ser bastante grandes, para asegurar y rapelar con nudo dinámico (el medio ballestrinque), o con dispositivo de aseguramiento, y para anclarnos a la reunión con ballestrinque (en este caso, atención al cabo activo, que debe quedar del lado del dorso para evitar sustos). También son muy útiles como punto central de reuniones complejas (mejor los HMS simétricos).
Independientemente de la forma del mosquetón, hay dos tipos de cierre, una varilla que se encaja en una ranura (o diente), y un ojo de cerradura (cierre keylock o guitar). La única diferencia notable es que un diente convencional se enganchará a todo lo que pueda engancharse (portamaterial, cierres de alambre de otros mosquetones, cables de fisureros, cintas, ropa...), mientras que un cierre tipo ojo de cerradura, al ser liso no se enganchará. Como inconveniente, se dice que los cierres tipo keylock son más propensos a soltarse de los portamateriales. Bueno, en 7 años usándolos nunca he tenido ese problema.
Carga triaxial en el mosquetón
Para los gatillos de los mosquetones también hay dos tipos, de varilla (recta o curva), y de alambre. En los primeros, la varilla recta es más polivalente (para chapar el seguro o la cuerda, para llevar material...), mientras que la varilla curva facilita el paso de la cuerda por el mosquetón, y sólo debe usarse como mosquetón inferior en una cinta exprés. Cuanto más curvo sea el gatillo, mejor pasará la cuerda, pero también será más fácil que se salga la cuerda accidentalmente. La tensión del resorte del muelle también influye a la hora de enganchar/desenganchar el mosquetón. Hay que tener en cuenta que, con poca tensión, el mosquetón se abrirá más fácilmente al golpearse contra la roca. Durante una caída, las vibraciones se transmiten al mosquetón, y pueden hacer que el gatillo se abra y se cierre (podemos comprobar esto golpeando un mosquetón contra la mano; oiremos un golpe, que indicará que se ha abierto y cerrado). Si coincide el momento del tirón de la caída con la apertura del mosquetón, éste se romperá seguramente, porque estará trabajando con el cierre abierto. Un cierre de alambre (de acero inoxidable) minimizará esta apertura accidental, porque tiene menos masa, y las vibraciones apenas se transmiten. Además, son más ligeros que otro con cierre convencional sin disminución en la resistencia, y en nieve o hielo no se congelan: si un mosquetón con cierre normal se llena de nieve, podremos olvidarnos de él hasta llegar al refugio o al coche, pues se habrá congelado; si tiene cierre de alambre podremos usarlo durante toda la actividad porque no se congelará. El inconveniente del cierre de alambre está en las cargas transversales: el cierre se doblará permanentemente, y dejará prácticamente inutilizable el mosquetón. Además, al tener un radio más pequeño que un gatillo convencional, con estas cargas transversales se puede dañar la cuerda.
Realmente, el gatillo abierto es un problema, y el único modo de garantizar que trabaja cerrado es usar mosquetones de seguro. Actualmente, encontramos una versión con seguro de casi todos los modelos de mosquetones, con independencia de la forma, tamaño y tipo de cierre (ya se fabrican cierres de alambre con seguro). Lo más habitual es añadir un cilindro roscado interiormente en el gatillo, que bloquea el gatillo al cuerpo y evita su apertura. Las roscas deben apretarse bien, pues las vibraciones de la cuerda y el roce con la roca pueden aflojarlas y abrir el mosquetón. Otra opción son los mosquetones automáticos, que reducen la posibilidad de apertura accidental, aunque hay que estar atento por lo mismo. En éstos, un cilindro con muelle bloquea el gatillo, y hay que girarlo un cuarto de vuelta para abrir el mosquetón. Pueden tener mecanismos de seguridad adicionales, que implican hacer 2 ó 3 movimientos antes de hacer el giro.

El CEN exige para mosquetones de uso general una carga mínima de 22 kN en el eje longitudinal con gatillo cerrado (16 kN para los ovales, 'conectores de carga baja'). Esto se basa en el límite de fuerza de choque de las cuerdas (12 kN); debido al efecto de polea, el seguro que aguanta la caída recibe un 66% más de carga que el escalador. En el test, se aplica una carga, aumentándola controladamente hasta que algo parte. En la práctica, si un mosquetón trabaja cerrado y sin hacer palanca, no se romperá. Hay que evitar las cargas triaxiales a toda costa, porque son cargas para las que los mosquetones no están diseñados, y las palancas con salientes de roca o los espárragos de los parabolts.
EL CEN también exige una resistencia de al menos 7 kN con gatillo abierto. Actualmente podemos encontrar mosquetones que aguantan 10 kN en abierto, y existe un modelo que aguanta 12 kN (Ergo, de Kong-Bonaiti). Para mosquetones ovales y HMS, la resistencia mínima en abierto es de 5 kN. Un mosquetón automático no necesita pasar este test; al ser automático se anula la posibilidad de que trabaje con el gatillo abierto. Por último, se realiza un último test de la resistencia transversal, con un mínimo de 7 kN. Pero este test no es muy realista; en la práctica ninguna carga se mantendrá en el centro del eje menor, y mucho menos con cierres curvos. Para realizar este test, se hacen dos muescas en el cuerpo y en el gatillo para que la carga se mantenga.
¿Cómo elegirlos? Como siempre, depende del uso que vayamos a darle, pero independientemente de esto, el dato más importante sin duda, es su resistencia en abierto. Elige los mosquetones con mayor resistencia en abierto posible (9 ó 10 kN), aunque sólo escales en deportiva. Debemos fijarnos en su perímetro interno, donde va a apoyar la cuerda, y que sea lo más ancho posible, y sin asperezas o rebabas que puedan deteriorar la cuerda. Otro detalle importante es el tipo de cierre, mejor que sea keylock o similar, para no engancharnos por todas partes y con todo el material. ¿Qué hay del peso? Si sólo vamos a escalar en deportiva, podemos elegir mosquetones hiperligeros, y ahorrarnos casi medio kilo de peso. Pero si los vamos a usar en deportiva y en pared, mejor que sean más robustos (el peso ahorrado no compensará lo mal que lo vamos a pasar yendo de primeros en una vía clásica con los seguros alejados, pensando si ese mosquetón hiperligero no se partirá en una caída, con todo el peso en material, agua, mochila y zapatillas para el descenso). El gatillo debería abrirse sin problemas, y tener una amplia apertura. Si se trata de un mosquetón con seguro, hay que probar que la rosca funcione correctamente, pues no mejora con el uso (a ser posible, el cilindro debe tener rugosidades para agarrarlo mejor).
A diferencia de las cuerdas, el material metálico no pierde sus propiedades con el tiempo, y no requieren unos cuidados especiales. Únicamente si escalamos cerca del mar debemos aclararlos bien con agua dulce, y lubricarlos una vez secos. Existen productos específicos para lubricar los mosquetones y los friends; evitaremos especialmente usar 3-en-1 o similar, pues el petróleo que contiene atrae suciedad y puede provocar más problemas que los que tratamos de evitar.
Un mosquetón debería jubilarse cuando los radios internos (donde apoya la cuerda) estén muy deteriorados por las chapas y los clavos, o por la abrasión de las cuerdas. También debemos retirarlo si el gatillo se ha deformado o está más duro de lo normal. Una rosca que se bloquea también es motivo de jubilación (yo tuve que bajarme de una vía porque la rosca del mosquetón de mi freno no se abría), al igual que todo el material que soporte una caída muy dura (factor 2 o casi). Un mosquetón que haya sufrido un vuelo también deberíamos jubilarlo; quizá no tenga daños, o quizá sí, y la próxima vez que lo usemos puede ser la última para nosotros...
Como norma, y con un uso normal, deberíamos retirar los mosquetones después de unos 10 años, y de 3 a 5 años si son los mosquetones del freno o del autoseguro.

Para saber más:
-Material para roca y hielo. Clyde Soles. Ed. Desnivel
-Seguridad y riesgo. Vols. 1, 2 y 3. Pit Schubert. Ed. Desnivel
-Página web de la UIAA: http://www.theuiaa.org

domingo, 22 de agosto de 2010

ASPECTOS GENERALES DEL ENTRENAMIENTO

Casi todos los escaladores hablan del entrenamiento, pero muy pocos saben realmente de qué están hablando. Para muchos, entrenarse es sinónimo de escalar duro hasta el agotamiento, mientras que para otros consiste en combinar una serie de ejercicios más o menos transferentes (dominadas, bloqueos, suspensiones) con la escalada. Pero realmente, el entrenamiento es algo más: es un proceso planificado cuyo objetivo es aumentar la capacidad de rendimiento del sujeto, donde se aplican sistemáticamente unos principios y métodos. La planificación sistemática nos permite evaluar el proceso y actuar en consecuencia. Los principios que se aplican son una especie de 'reglas del juego' que hay que seguir para que el entrenamiento sea eficaz.
-Un estímulo de entrenamiento debe tener una intensidad mínima para que el cuerpo se adapte. Por debajo de esa intensidad mínima no hay mejoras; por encima, puede haber lesiones.
-Con el tiempo, el cuerpo se adapta a los estímulos. Para seguir mejorando, hay que aumentar progresivamente la intensidad del entrenamiento, según la siguente progresión: aumentar la frecuencia del entrenamiento (sesiones por semana), aumento del volumen de entrenamiento (duración de la sesión), reducción de los tiempos de descanso, y aumento de la intensidad del entrenamiento.
-Aunque hay que variar el tipo e intensidad de las cargas, conviene cierta estabilidad para que el organismo tenga tiempo de adaptarse a ellas antes de aumentar la intensidad. Necesitaremos más tiempo de adaptación en cada nivel de intensidad sucesivo.
-Nadie puede estar toda la temporada al 100%. En algún momento tendremos que bajar la intensidad del entrenamiento para poder recuperarnos. Para esto, hay que planificar la temporada basándonos en el punto de partida físico-técnico y los objetivos específicos que tengamos. (Otro día hablaré de la planificación del entrenamiento).
-Cada uno de nosotros es diferente al resto de la humanidad, y dos escaladores no responden exactamente igual al mismo entrenamiento. Por eso, hay que planificar los entrenamientos teniendo en cuenta factores como la edad, el sexo, experiencia previa en el deporte en cuestión o en otros... Lo mejor será hacer una serie de tests para saber de dónde partimos (ejemplos de baterías de tests se pueden encontrar en libros sobre entrenamiento de la escalada).
-Hay ejercicios que, sin ser específicos de la escalada, producen una mejora en el rendimiento escalando. Esto se conoce como transferencia. Tenemos que incluir en el entrenamiento ejercicios que trabajen los músculos específicos y las vías energéticas que solicitamos en la escalada.

Después de un estímulo, el rendimiento desciende por debajo de su nivel normal; después de un tiempo de reposo, se recupera el nivel inicial (compensación), y aumenta un poco más en prevención de nuevos estímulos. Si no existen esos nuevos estímulos, se pierde la supercompensación y se vuelve al nivel inicial de rendimiento. Si se produce el estímulo entre la supercompensación y la bajada al nivel inicial, el rendimiento baja y vuelve a supercompensar a un nivel aún mayor, y así sucesivamente, con lo que estaremos aumentando el nivel de rendimiento. Hay que alternar estímulos y descanso adecuadamente para permitir este fenómeno (conocido como síndrome general de adaptación, o simplemente supercompensación).

Para que el entrenamiento sea eficaz, hay que entrenar los cuatro ámbitos interrelacionados: entrenamiento físico, técnico, táctico y psicológico.
El ámbito físico incluye las capacidades condicionales (fuerza, resistencia, velocidad y flexibilidad), sus vías de producción de energía, y las capacidades coordinativas (equilibrio, aprendizaje motor, orientación espacial, y todas las capacidades y habilidades que nos permiten aprender, controlar y transformar el movimiento).
La técnica es la manera óptima de realizar un gesto deportivo determinado (técnica gestual o de progresión). Pero no sólo es eso en escalada, también hay técnica de seguridad (instalación de seguros, montaje de reuniones, aseguramiento al primero y al segundo, autorrescate...), y técnicas complementarias (izado de petates, orientación en el medio natural, interpretación de la méteo...). Todo esto es entrenable.
La táctica es la manera de aplicar las capacidades físicas, técnicas y psicológicas para resolver un problema motor determinado. Deberíamos tener un plan de acción de nuestra actuación completa antes de que empiece.
Y por último, pero no menos importante, está el ámbito psicológico, en el que intervienen todos los procesos mentales que influyen en el rendimiento (toma de decisiones, diálogo interno, motivación, control emocional...). Apenas se le dedica una pequeña parte del tiempo de entrenamiento. Posiblemente, el escalador medio obtendrá más beneficios en su rendimiento entrenando el ámbito psicológico que los que podría conseguir entrenando otros ámbitos. Y seguramente, en otros deportes no influyan tanto los factores mentales como en escalada y alpinismo. Esto demuestra que, sobre todo, la escalada es un juego mental.

Para saber más:
-Entrenamiento para deportes de montaña. J. Canals, M. Hernández y J. Soulié. Ed. Desnivel
-Bases para el entrenamiento de la escalada. C. Albesa y P. Lloveras. Ed. Desnivel
-Guía completa de entrenamiento en escalada. D. Hague y D. Hunter. Ed. Tutor

lunes, 16 de agosto de 2010

ALPINISTA, CUIDA TUS RODILLAS

El alpinismo es una actividad bastante lesiva para las rodillas. Las subidas, y sobre todo las bajadas, cargados con una mochila pesada, ciertos movimientos en escalada (las bicicletas y las ranas), y las caídas y las vueltas María en esquí son "situaciones de riesgo" para nuestras rodillas. Si queremos tener una larga vida deportiva como alpinistas, más nos vale cuidar las rodillas, o ir buscando quirófanos donde nos las "reequipen"...
La rodilla es una articulación muy inestable; tiene poca congruencia (la congruencia es el grado de coincidencia en forma y tamaño que hay entre las superficies articulares de dos huesos de la misma articulación. En este caso entre el fémur y el plato de la tibia), por eso existen los meniscos, para aumentar la congruencia de la articulación. Debido a su estructura, hay movimientos que la rodilla humana no puede realizar: la hiperextensión (extenderla hacia el frente) hasta un punto determinado está frenada por la forma de los huesos; la abducción y la aducción (alejar o acercar la pierna a la línea media del cuerpo; la pierna es el tramo del miembro inferior que va desde la rodilla hasta el tobillo) también están impedidas por los ligamentos laterales interno y externo. Otras articulaciones son más estables, porque tienen más congruencia (cadera, hombro), o porque tienen una cápsula articular y unos ligamentos muy fuertes (cadera), o por la forma de los huesos que la componen (codo); la rodilla, por el contrario, y debido a esta inestabilidad, es más propensa a lesiones ligamentosas (esguinces...), sobre todo en actividades que la fuercen mucho lateralmente (descensos en esquí). Y por toda la carga que tiene que amortiguar (si solemos llevar mochilas muy pesadas, o bajar corriendo con mucho peso), también es más propensa a lesiones degenerativas del cartílago (artrosis). Para paliar esta debilidad articular, es conveniente tener una musculatura bien desarrollada en el tren inferior. Así, los músculos que se insertan en la rodilla actuarán como ligamentos 'activos', estabilizando la articulación y reforzándola. Pero hay que poner atención, una musculatura descompensada provocará más tensiones donde no debe haberlas y aumenta el riesgo de lesión por desgaste (por ejemplo, un desequilibrio entre los vastos interno y externo del cuádriceps hará que el más fuerte tire de la rótula, desplazándola de su lugar y desgastando la superficie articular a cada movimiento de flexo-extensión). Como en todo, lo mejor es la prevención.
-La mejor prevención es desarrollar equilibradamente todos los músculos que se insertan en la rodilla (cuádriceps sobre todo, aductores, abductores, isquiotibiales, gemelos).
Unas piernas fuertes nos evitarán problemas
-Evitar en lo posible los movimientos más agresivos para las rodillas (bicis y ranas en escalada, caídas y vueltas María en esquí); con una buena técnica gestual, minimizaremos los daños en la articulación (y las caídas esquiando).
-Evitar cargar mochilas muy pesadas, evitar correr en las bajadas con mucho peso (en subida, no podremos correr aunque queramos...).
-Evitar las actividades que impliquen impacto con el suelo (correr, saltar), porque sobrecargamos rodillas y tobillos. La carrera se puede sustituir por entrenamientos en bici. Las ventajas de la bici son la ausencia total de impacto y menos riesgo de lesiones por sobrecarga (cuidado con las caídas), y la posibilidad de hacer sesiones mucho más largas que corriendo, hasta varias horas. Además, el movimiento suave, continuo y sin impactos estimula la formación del líquido sinovial, que protege el interior de las articulaciones y lubrica las superficies articulares. Habrá que llevar el sillín lo más elevado posible para no flexionar las rodillas en exceso.
- Cuando carguemos mucho peso, no estará de más usar bastones. Nos ayudarán en la subida (los brazos también contribuyen al impulso), y en la bajada (descargaremos a las rodillas de parte del peso que tienen que soportar).
-Hay que evitar las posturas perjudiciales para las rodillas: sentarse cruzando las piernas, arrodillarse en el suelo, acuclillarse (esta es la peor; el tendón rotuliano comprime la rótula con mucha fuerza contra el fémur), o el pie firme (estar de pie con la rodillas extendidas y soportando todo el peso corporal. Aquí es mejor alternar la pierna de apoyo, mientras liberamos de carga y flexionamos ligeramente la rodilla que no soporta peso).
-Si después de una actividad alpinística o entrenamiento sentimos las rodillas cargadas, podemos aplicar frío, que reduce la inflamación articular; hielo envuelto en una toalla para evitar quemaduras en la piel, no más de 12 minutos en cada rodilla (yo uso una bolsa de 1/2 kg de guisantes congelados, porque se adaptan perfectamente a cualquier articulación. Mejor guisantes que judías verdes, o menestra, por lo mismo).
-Y si tenemos algún problema, lo mejor es consultar a un especialista en medicina deportiva o a un fisioterapeuta.
Alpinista, si quieres llegar alto (y lejos), cuida tus rodillas.

Para saber más:
-Un movimiento de más... T. Hochholzer y V. Schoeffl. Ed. Desnivel 
-Anatomía para el movimiento. Tomo 1 y 2. Blandine Calais-Germain. Ed. Libros de la liebre de marzo


viernes, 13 de agosto de 2010

CUERDAS DINÁMICAS (Y III)

Hacemos muchas cosas que dañan las cuerdas: escalamos y rapelamos con ellas, las pisamos, las pinchamos con crampones y piolets, usamos bloqueadores sobre ellas, las arrastramos por la roca...
-Cuidados de la cuerda: Hace algunos años, el Departamento de Seguridad del DAV (Deutsche Alpinverein, el Club Alpino Alemán) realizó un estudio sobre el envejecimiento de las cuerdas, cuyos resultados indican que después de 5000 m de uso (en escalada y rápel) la resistencia de la cuerda disminuye al 50%, y después de 10000 m se había reducido a 1/3 del valor original. Por este motivo, debemos intentar hacer el menor uso posible del rápel, y si vamos a hacer uso intenso de bloqueadores, nos convendría tener una cuerda semiestática auxiliar a tal efecto.
La escalada en polea (top rope) también deteriora las cuerdas. Según Edelrid (fabricante alemán de cuerdas), el deterioro de las cuerdas es hasta 10 veces mayor que escalando normalmente, por eso no deben usarse para escalar en polea. A la inversa, una cuerda vieja que ya no se use para escalar aún puede utilizarse para escalar en polea. Igualmente, una cuerda utilizada en deportiva, que haya soportado multitud de caídas de factor bajo, no debería usarse para hacer vías de largos, porque su resistencia también está disminuida. Los rayos ultravioletas deterioran las cuerdas y todo el material compuesto por fibras sintéticas (arneses, cintas, cascos...). También hay que evitar pisarlas, sobre todo con crampones (a propósito de esto, en Seguridad y riesgo Vol.2 se habla de un interesante experimento relacionado con el tema).
Hay que intentar mantener las cuerdas sin rizos (una cuerda se riza al girarla sobre su eje longitudinal, como si se enroscase sobre sí misma), porque una cuerda rizada se convierte en un incordio muy difícil de manejar. Una cuerda es neutra (es decir, no tiene rizos) al final del proceso de fabricación; somos nosotros los que las rizamos con el uso que les damos: Al desenrollar una cuerda a estrenar, hay que hacerlo tirando de uno de los cabos y deshaciendo el ovillo lazada por lazada (mejor entre dos personas), en vez de tirar de cualquier manera (lo que generará entre 30 y 40 rizos).
También al plegar las cuerdas hay que poner atención. Si la doblamos formando un anillo en bandolera, estaremos haciendo un rizo cada vez que terminemos una vuelta. La forma más adecuada es la técnica de la mariposa, en simple desde uno de los cabos (en doble se riza la cuerda). Además, así estará ya preparada para empezar a escalar la próxima vez.
La manera de rapelar también influye. Si rapelamos con un ocho, se hace un rizo cada 3 m, y con nudo dinámico es peor, 2 rizos cada 3 m. Lo ideal es rapelar con tubo o cesta, colocando una pierna entre los dos cabos, así minimizamos la formación de rizos y llevamos cada uno de los cabos bien separado del otro. La costumbre de anudar los cabos entre sí al final de un rápel también hace que las cuerdas se ricen, de manera que aquí es mejor anudar cada cabo independientemente del otro, así los cabos están libres para girar sobre sí mismos, y seguimos teniendo la seguridad de que no vamos a salirnos de la cuerda si perdemos el control.
Cuando hagamos deportiva, no está de más llevar una funda para la cuerda; esto es como una alfombrilla donde se despliega la cuerda protegida de la arena, el polvo y la suciedad que hay en los pies de vía.
Hay que tener especial cuidado para que nuestras cuerdas no entren en contacto con sustancias químicas agresivas: lejías, ácidos, bases. Lo más peligroso es el líquido de las baterías de coche (ácido sulfúrico), porque sus vapores deshacen las fibras del alma de las cuerdas sin deterioro visible en la camisa. También hay que tener cuidado con el agua de mar y con líquidos que cristalicen (refrescos), ya que aunque no dañan las fibras de poliamida, aumentan la abrasión de las cuerdas. En este caso, aclararlas con abundante agua dulce para que queden limpias (en Seguridad y riesgo Vol 1 se habla del daño por ácido de batería, y en Seguridad y riesgo Vol 2 se habla de todas las sustancias que pueden dañar una cuerda).
-Marcar y lavar las cuerdas: Todas deberían llevar marcado el centro, e incluso cada cuarto, para montar los rápeles y que el asegurador sepa cuánta cuerda tiene para darle a su compañero. Hay varios trucos como usar esparadrapo o coser hilos de nailon de un color que contraste con la camisa, pero lo mejor es hacerlo con rotuladores especiales que no dañan la poliamida. Hay fabricantes de cuerdas que también fabrican este tipo de rotuladores.
Después de mucho uso, o si la cuerda se ensucia, conviene lavarla. Lo mejor es hacerlo a mano en la bañera, con agua fría y sin jabón. Se puede añadir un detergente específico para cuerdas si está muy sucia, y aclararla a conciencia. La dejaremos secar lejos del sol directo, sobre un trapo o toalla.
-Guardar las cuerdas: Debemos guardarlas en un lugar fresco, seco, alejado de la luz directa del sol, sin nudos y sin colgarlas, a ser posible en una bolsa para cuerdas. Probablemente, el armario donde guardamos las cuerdas la mayor parte de nosotros sea un lugar más que suficiente. Mucho cuidado si solemos guardar las cuerdas y el material de escalada en el maletero del coche. En pleno verano, el maletero de un coche al sol puede alcanzar temperaturas bastante elevadas, y todo ese calor no es lo más adecuado para el material, además de lo ya comentado acerca de los vapores del ácido sulfúrico de las baterías.
-Jubilar una cuerda: Todo el material de seguridad tiene una vida limitada, pero es difícil dar un dato exacto;

Cuerda doble de 8,6 mm usada durante 3 años (izq), cuerda gemela de 8 mm a estrenar (dcha)
es algo que depende del uso y de cómo lo cuidemos. En casos extremos, puede ser un sólo uso, si sufrimos una caída de factor alto, o la cuerda se daña durante la escalada (por caída de piedras o caídas sobre bordes cortantes). Con un uso intenso (guías, escalar a diario), podría durarnos 3 ó 4 meses; para un uso habitual (escalar todos los fines de semana), la vida útil puede ser de unos 2 ó 3 años, y para un uso esporádico (una salida al mes, o menos) en torno a 5 años. Pero estos periodos sólo son estimaciones, debe ser cada escalador el que decida cuándo jubilar su cuerda, conociendo el uso que se le ha dado y las caídas que haya podido soportar. Si en algún momento dudamos de que nuestra cuerda vaya a ser capaz de parar una caída, será el momento de plantearse jubilarla. Evidentemente, depende del nivel económico de cada uno; los escaladores con una economía holgada (ah, pero ¿existen?) no tendrán tantos reparos a la hora de aflojar la pasta para renovar el material como otros escaladores menos afortunados, o los más jóvenes.

Para saber más:
-Seguridad y riesgo. Vol. 1 y 2. Pit Schubert. Ed. Desnivel.
-Material para roca y hielo. Clyde Soles. Ed. Desnivel.

jueves, 12 de agosto de 2010

CUERDAS DINÁMICAS (II)

Actualmente, en Europa no se puede comprar una cuerda (o cualquier elemento de seguridad) si no lleva un certificado del CEN (Comité Europeo de Normalización), y para eso debe pasar unos tests bastante exigentes. Los resultados de esos tests deben aparecer en la etiqueta de las cuerdas, y son muy útiles para comparar diferentes modelos de cuerdas.
-Test de caída: Para cuerdas simples, se deja caer un cuerpo metálico de 80 kg sobre un tramo de cuerda de 2,8 m (Factor de Caída 1,75, un buen tirón), con aseguramiento estático (la cuerda se enrosca en una barra metálica de 30 cm de diámetro y se ata a ella), y pasando por un borde de 10 mm de diámetro (la medida de un mosquetón, aproximadamente). La cuerda debe aguantar al menos 5 caídas estándar consecutivas (con 5 minutos entre cada caída), y la fuerza de choque máxima que se transmite al escalador debe ser inferior a 12 kN (unos 1200 kg). Para cuerdas gemelas se usan los mismos requerimientos, pero deben ser 12 caídas como mínimo, con los dos cabos. Para cuerdas dobles, son 5 caídas con 55 kg, y una fuerza de choque máxima de 8 kN, sólo con un cabo. Pero estos valores sólo se exigen para la primera caída, lo normal es que las caídas consecutivas aumenten la fuerza de choque entre un 28% y un 59 %. También es cierto que sobre el terreno, la mala suerte de tener dos caídas consecutivas tan duras es una probabilidad remota. De todas formas, si tenemos una caída dura, haremos bien en desatarnos y dejar que la cuerda repose unos minutos antes de seguir escalando.
-Elongación: Para este test, el CEN exige un estiramiento máximo del 8% bajo una carga de 80 kg para cuerdas simples y gemelas, y un 10% para cuerdas dobles.
-Deslizamiento de la camisa: En este test, se tracciona de un tramo de cuerda de 1,93 m mientras se presiona. El deslizamiento máximo entre alma y camisa no debe ser superior a 40 mm. Sobre el terreno, habría que hacer una enorme cantidad de rápeles o un uso extremadamente abusivo de bloqueadores para que se dé el deslizamiento.
¿En qué hay que fijarse para elegir una cuerda? En primer lugar, el uso que le vayamos a dar determinará el tipo de cuerda; para escalada deportiva y vías poco comprometidas, la mejor elección es una cuerda simple. Para escalada clásica en roca y alpinismo, elegiremos cuerdas dobles (a ser posible con tratamiento impermeabilizante para uso exclusivo en alpinismo), y para cascadas, cuerdas gemelas.
Una vez que sabemos qué tipo de cuerda nos conviene, debemos fijarnos en los datos que aparecen en la etiqueta:
-Fuerza de choque: La fuerza de choque no es, como mucha gente cree, la carga de rotura de la cuerda, sino la fuerza máxima que la cuerda no es capaz de disipar mediante el estiramiento; es decir, la magnitud del tirón que se lleva el escalador en una caída de factor alto. De ahí que tenga que ser lo más baja posible, así la caída del primero es más suave y se sobrecargan menos los anclajes.
-Diámetro y peso: El diámetro en mm de una cuerda simple se mide lastrando la cuerda con 10 kg; se toman seis medidas y se saca la media. Para cuerdas dobles, se usan 6 kg, y para gemelas 5 kg. Pero no es lo más adecuado para comparar dos cuerdas. El peso por metro (en gramos) nos dice la cantidad de poliamida que tiene la cuerda. Así, una cuerda ligera tendrá una durabilidad menor y más elasticidad que otra más pesada, porque tiene menos cantidad de material por metro.
-Número de caídas: Esto nos da una idea de la durabilidad de la cuerda. Pero hay que tener en cuenta que en la práctica, una cuerda que aguante al menos una caída estándar no se romperá, excepto si apoya en una arista afilada. Esto se debe a que la caída estándar (la caída utilizada en los tests del CEN) es tan dura que es prácticamente imposible que se dé en la realidad (Masa de acero rígida, aseguramiento estático...). Así que esta característica no es determinante para elegir entre dos modelos de cuerda, y tendremos que fijarnos en más datos.
-Construcción antiarista: Cualquier cuerda que apoye en un canto afilado (basta uno de 90º con un radio de 0,5 mm, como el borde de una mesa) se romperá en la primera caída. Si el canto no es tan afilado, algunas cuerdas de 11 mm podrían aguantar la caída, aunque quedarían bastante deterioradas. Existe un test no oficial para cuerdas con construcción antiarista: una caída de factor 1,75 sobre una arista metálica de 90º con un radio de 0,75 mm (80 kg para cuerdas simples y gemelas, 55 kg para dobles). Hay varios modelos de cuerdas que aguantan este tipo de caídas sobre aristas afiladas. La ventaja, evidentemente, es una resistencia al corte y a la abrasión mayor que otra cuerda sin construcción antiarista, y una durabilidad superior, aunque son más rígidas y menos maniobrables, y bastante  más caras. Aun así, son muy recomendables para escalada alpina, y en determinadas zonas (Ordesa, Galayos, Picos...) donde encontremos aristas cortantes y/o desprendimientos de piedras. De todas formas, aunque más resistentes que otras cuerdas, no son la panacea, y hay que andar con cuidado.
-Impermeabilidad: El que más y el que menos sabe que una cuerda absorbe agua, y las consecuencias que acarrea toda esa poliamida empapada son un descenso del 30% en su resistencia, más peso, más elasticidad y menos resistencia a la abrasión. Además, una cuerda mojada puede congelarse (en alpinismo o cascadas) y quedar rígida, prácticamente imposible de manipular. Para evitar esto, los fabricantes aplican tratamientos impermeabilizantes, ya sea antes del trenzado (se impregnan los hilos de poliamida individualmente antes de fabricar la cuerda), después del trenzado (se sumerge la cuerda terminada en una solución impermeabilizante), o bien antes y después. Una cuerda con este tratamiento será un 15 ó 20% más cara que el mismo modelo sin tratamiento, y aumenta la durabilidad porque reduce la fricción con la roca y los mosquetones, pero la impregnación se pierde con el uso. Sí es interesante si la vamos a usar exclusivamente para alpinismo o cascadas, pero para una utilización polivalente en roca y alpinismo, probablemente no merezca la pena pagar la diferencia, y nos interese más tener en cuenta otras características.
-Longitud: Tradicionalmente, la longitud de las cuerdas era de 35-40 m. Actualmente, con 60 m funcionaremos bien en cualquier terreno, aunque últimamente se están equipando vías deportivas de 32-33 m, incluso 35 m; en este caso, necesitaremos una cuerda de 70 m. Como en deportiva los 2 ó 3 primeros metros de cada cabo se deterioran antes, con 70 m podremos cortar esos metros de los cabos y seguir teniendo una longitud aprovechable. De todas formas, las cuerdas encogen y engordan con el uso. Es recomendable medir la cuerda de vez en cuando, porque encogen entre el 2 y el 7% con el uso.
-Color: Puede parecer algo superfluo, y aunque nuestra vida no depende del color de la cuerda, sí conviene considerar algunos puntos. Si buscamos dobles o gemelas, cada madeja debe ser de un color bien diferenciable, sin posibilidad de confusión (además de ser madejas del mismo modelo). Para escalar en nieve o hielo, deben ser de colores chillones (rojo, naranja) para diferenciarlas bien del entorno. Con las camisas de colores oscuros es más fácil comprobar si las fibras del alma sobresalen, y las de colores claros pueden ocultar daños en el alma. Además, una camisa de color claro se ensucia antes que otra más oscura.

Para saber más:
-Seguridad y riesgo. Vol 1, 2 y 3. Pit Schubert. Ed Desnivel.
-Material para roca y hielo. Clyde Soles. Ed Denivel
-Página web de la UIAA (En inglés): theuiaa.org

miércoles, 11 de agosto de 2010

CUERDAS DINÁMICAS (I)

Desde el principio del alpinismo las cuerdas han sido un elemento imprescindible en el equipo del escalador. Las primeras cuerdas se fabricaban con cáñamo, pita o manila, y tenían una limitada resistencia a la abrasión y sobre todo a las aristas afiladas. Además, al ser fibras naturales, si se mojaban, la parte interna de la cuerda permanecía mojada aun cuando el exterior ya estuviera seco, con lo que la cuerda iba pudriéndose desde el interior. Todo esto hacía que una pequeña caída de 2 ó 3 m resultara suficiente para romper una cuerda.
Después de la II Guerra Mundial aparecieron las primeras cuerdas de poliamida (perlón, nylon), mucho más elásticas que las de fibras naturales para absorber el impacto de las caídas, ligeras y muy resistentes. Por contra, eran rígidas y difíciles de manejar, y se congelaban fácilmente. En 1951 aparecieron las primeras cuerdas fabricadas mediante el sistema alma+funda (kernmantle), que es el que sigue utilizándose actualmente. Desde entonces, ha habido muchas mejoras en cuanto a resistencia, manejo y durabilidad.
Actualmente, se usan dos tipos de poliamida: poliamida 6 para cuerdas dinámicas, porque es más flexible y elástica; y poliamida 6,6 (nylon) para cuerdas estáticas, porque es más resistente y tiene una temperatura de fusión más alta que otras poliamidas.
El alma de la cuerda determina la capacidad de absorción de impacto de la cuerda, y se fabrica en espiral mediante torsión de las fibras (las fibras se retuercen entre sí), lo que da como resultado un cordón de poliamida que actuará como un muelle en una caída; cuantas más espirales tenga el alma, más se estirará antes de romperse, pero después de una carga muy elevada el "muelle" ya no recupera su forma original.

Alma de una cuerda simple de 10,2 mm
La camisa determina la manejabilidad y durabilidad. Una vez fabricada el alma, se va enrollando la camisa a su alrededor. La cantidad y el grosor de los hilos y las hebras de poliamida que tiene la camisa influye en la durabilidad de la cuerda. La tensión del trenzado también influye en el resultado final, con una camisa suelta tendremos una cuerda muy flexible y manejable, pero poco resistente a la abrasión, mientras que con una camisa trenzada fuertemente, la durabilidad es excelente, pero es rígida y poco manejable.
Con el uso, las cuerdas van soltando pelusa, que no es otra cosa que los hilos más cortos de la camisa, que se van desprendiendo.Esto no debería preocuparnos, porque esta pelusa protege las fibras interiores (más largas) de la abrasión, y no implica una duración menor de la cuerda.
Según el CEN (Comité Europeo de Normalización) y la UIAA (Unión Internacional de Asociaciones de Alpinismo), existen tres tipos de cuerdas dinámicas: simple (marcada con un 1 dentro de un círculo), doble (marcada con 1/2 dentro de un círculo), y gemelas (dos círculos entrelazados dentro de otro círculo).
Escalando con cuerda simple de 10,5 mm
Las cuerdas simples se fabrican con un diámetro entre 10 y 11 mm, aunque desde hace unos años se han empezado a fabricar cuerdas de hasta 9 mm. Tienen una buena durabilidad, y son las más fáciles de manejar. Son las más habituales para deportiva y vías largas poco comprometidas, pero tienen el inconveniente de no poder hacer rápeles largos, o tener que llevar una cuerda auxiliar para ello. Además, si un desprendimiento de piedras, una arista afilada o un golpe de piolet daña una cuerda simple, es más probable que nos deje vendidos y sin protección cuando más lo necesitemos. También aumenta el rozamiento en vías tumbadas y vías complicadas con muchos cambios de dirección.
Las cuerdas dobles se fabrican con un diámetro entre 8 y 9 mm. Tienen varias ventajas sobre las simples: ofrecen más seguridad si una de las cuerdas se daña (nos quedaría otra), y más protección en travesías para ambos miembros de la cordada; al mosquetonearlas alternadamente reducen el rozamiento en vías zigzagueantes, y se reduce la fuerza del impacto que soportan tanto los seguros (crítica con seguros poco fiables o precarios), como el escalador que cae. También se reduce la longitud de la caída, y permiten rápeles más largos. El principal inconveniente es su dificultad de manejo, sobre todo al asegurar al primero. También es fácil que ambas madejas se enreden diabólicamente entre sí mientras aseguramos si no nos organizamos bien, y el peso y tamaño de las dos madejas es superior a una simple (aunque inferior a una simple+auxiliar). Es lo más habitual para alpinismo y escalada clásica en roca, aunque hay que saber manejarlas correctamente (algo que no todos los escaladores saben hacer).
Escalando con cuerdas dobles de 8,6 mm
Las cuerdas gemelas se fabrican con diámetros entre 7 y 8 mm. Son tan finas que, individualmente no inspiran demasiada confianza, pero al utilizarlas juntas (que es para lo que se diseñaron) tenemos más material que si usáramos una simple (15 ó 16 mm frente a 9 ó 10 mm). En ese sentido, su manejo no se diferencia mucho de una simple: se mosquetonean ambas cuerdas en el mismo seguro, como una simple. Proporciona más seguridad ante aristas rocosas y herramientas afiladas. Nunca debemos usar dos cuerdas simples o dobles como gemelas, porque aumenta la fuerza de choque y se sobrecargan los seguros y la cintura del que cae. Se utilizan sobre todo para cascadas.

Para saber más:
-Seguridad y riesgo. Vols. 1, 2 y 3. Pit Schubert. Ed. Desnivel
-Material para roca y hielo. Clyde Soles. Ed. Desnivel
-Montañismo. La libertad de las cimas. Varios autores. Ed. Desnivel